Sin el sentido épico de The Godfather, el realismo de Gomorra o la grandeza de Goodfellas o Casino, De Niro nos presenta en su debut como director una película más humanista en un entorno de crimen y mafia.

Calogero debe enfrentarse al dilema de seguir al gángster que tanto admiraba de niño, o bien seguir a la figura de su padre, un hombre trabajador y de bien. Educándose en la calle y en el colegio.

A su vez se enfrenta a la inquietud de sus amigos de origen italianos y el choque racial que tienen (y tiene el mismo, impulsado por ellos) con el barrio de los afrodescendientes.

La película cumple su cometido, dejarse ver y gustar, una historia atractiva donde el personaje divaga entre el bien y el mal, entre ser amado o temido por quienes le rodean.