Para mi voto número mil elegí este estupendo y crudo clásico. Vittorio de Sica cuenta una historia sencilla y a la vez angustiosa. Lamberto Maggionari encarna al padre desesperado al que la buena suerte no acompaña en una postguerra en que todo es miseria y desesperación. De ser un hombre pobre, pero íntegro y sereno, las circunstancias de la vida lo llevan a recorrer la vorágine de las calles romanas junto con su hijo en busca de un atisbo de ezperanza. Pero la realidad es dura y dificil y esta historia lo cuenta de esa manera, mostrando no sólo la escasez sino también la humillación. Mezclando a gente que ni siquiera son actores y como decorado una Roma decadente en blanco y negro la maestría de esta película, con una muy buena fotografía y una historia desgarradora, nos enseña un pasaje muy duro, muy propio del cine neoclásico Europeo, pero también nos recuerda que existe la compasión y que todo tiene solución, menos la muerte.