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España España · Valladolid
Voto de Marcos B:
9
Thriller. Drama Una joven drogadicta embarazada da a luz en medio de una de sus crisis. Incapaz de ocuparse del bebé, lo vende a una matrona dedicada al tráfico de niños. Arrepentida, la joven tratará de recuperarlo. (FILMAFFINITY)
3 de noviembre de 2020
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mística en el cine es un don que aparece cuando el relato surge de lo más profundo. Es algo que tiene que ver con la fe en uno mismo, y con el equipo técnico y artístico del que te rodeas; hablando y conviviendo con ellos, trazando cada recodo del guion con mimo mientras eres capaz de transmitirlo, creyendo en cada palabra e imagen, mientras te mimetizas con el hilo invisible que une al mundo. Es una huida del terror, con visos de exorcismo, hacia el amor.

‘Baby’ es un cuento de hadas y brujas terminal e iniciático. Es la manera más acertada de acercarse a un tema tan escalofriante como el que cuenta, para quizás, tener alguna opción de sobrevivir y no enloquecer en el intento. Es terminal porque nos habla de finales, de momentos turbios, casas encantadas, niños robados, drogadicción, y madres a la deriva. Es iniciático porque nos narra el impulso interno de querer renacer de las cenizas, sumidos en un síndrome de abstinencia, eclipsado por la imperiosa necesidad de tener una segunda oportunidad, y poder ver de nuevo el sol con una renovada mirada.

De visión pulcra y limpia llena de lirismo, Bajo Ulloa, consigue un perenne preciosismo que cubre incluso los momentos más oscuros del relato. La búsqueda de la belleza plástica se convierte en una constante y en una obsesión, con planos, movimientos de cámara, y secuencias medidas al milímetro; donde no quedan elementos dejados al azar, sin sobrar ni uno de los simbolismos y metáforas que aparecen durante la película. Una especie de claroscuro arrebatador, que se adhiere y amenaza con estrujar el interior del pecho del que mira. Es la Madre Tierra, panóptica, observando; llevando por el filo de la navaja a nuestra protagonista. A veces tentada y engañada, otras veces inspirada y recompensada; hechos y acciones que tienen consecuencias y ecos: una araña que escala un chupete, su red pegajosa. Bailes de ballet en momentos mejores, que conducen por sendas tenebrosas, y a su vez sirven para recuperar esa humanidad olvidada, con independencia de a que o quien nos debamos.

Sin diálogos, harto de palabras, se funden las imágenes con sonidos y música. Un diseño de sonido cautivador que potencia y amplifica un estado expresionista. Las calles mojadas y vacías, el llanto de un bebé, el bosque nos habla; cada chasquido, chirrido, y sollozo, cumplen una función fundamental. La partitura de Bingen Mendizábal, adquiere un estado de narrador imprescindible que nos habla sin palabras completando el discurso.

Es el cine llevado a sus orígenes. Son esas vidas que van y vienen. El mal momento que te convierte en alguien abominable, los signos invisibles con estructura de cuento que te redimen. Como una aterradora realidad que amenaza este mundo, con sabios consejeros a lo largo del camino, que siendo prestados de atención te compensan en un futuro. Para llegado el momento, gritar muy fuerte a tu adversario, dejarlo fuera de combate con el sonido de tus entrañas, y partir cabalgando hacia un nuevo día, piel con piel con tu hijo. Olvidando para siempre quien eras, siendo lo único importante, aquello en lo que te has convertido. Renaciendo sin temor, en el nombre del amor.
Marcos B
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