Haz click aquí para copiar la URL
España España · Sevilla
Voto de Musiczine:
2
Drama. Romance "Había una vez un joven príncipe cuyo padre, el rey de Oriente, lo envia a Egipto para encontrar una perla. Pero cuando llega, el pueblo le sirve una taza. Al beberla, se olvida de que era el hijo de un rey, se olvida de la perla y cae en un profundo sueño." El padre de Rick (Christian Bale) solía leerle esta historia cuando era un niño. En la actualidad, siendo Rick ya adulto, el camino hacia Oriente se extiende ante él. (FILMAFFINITY)
10 de febrero de 2015
13 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Malick sigue encantado con ser el poseedor de la llave de su laberinto. Nada nuevo en el camino o en lo que queda de él. La inercia prorrumpida en EL ÁRBOL DE LA VIDA parecía haber sido obligada al nivel máximo de incomunicación con lTO THE WONDER. KNIGHT F CUPS parece concebida para dejar claro que no existe, por parte del autor de MALAS TIERRAS, voluntad alguna de virar hacia otro sitio que no sea el de esa obcecación en la quiebra absoluta del relato. Su última obra es un persistente paseo por el estallido del más mínimo atisbo de narrativa clásica.

Desde luego, no vamos aquí a desdeñar la intención de este mayúsculo cineasta por postular esa negación como cauce mediante el cual (des)vertebrar un lenguaje propio. Ni muchísimo menos. Sin embargo, sí debe ser permitido expresar que hasta la militancia en la más cruenta subjetividad puede dar muestras de agotamiento: KNIGHT OF CUPS es la prueba irrefutable de que Malick se ha acomodado en el fervor de la opípara militancia de su propia vacuidad.

Como en TO THE WONDER, la excusa argumental apenas tiene consistencia. Es lógico. Para un ejercicio estructurado en torno al caos, la crisis y la vacilación, el planteamiento de un argumento de partida sería empezar con el pie equivocado. Volvemos, por tanto, al arte cinematográfico concebido como un acto reflejo, como borbotones de intuición, como libérrimo bullicio de trazos. La cámara, en manos de Malick, es una brocha impaciente, febril y empeñada en bregarse con la lógica. No debe extrañarnos, pues, que las criaturas que convoca este alboroto de pretendidas sensorialidades desdeñe, desde el principio, la mediación del protagonista clásico.

El personaje, como la narración, ya no es una concreción, sino un fluido de requiebros. En esta ocasión, nos hallamos frente a un profesional del cine que va a ir revelando el enmarañado universo existencial que, como no, lo mantiene en un hirsuto estancamiento de confusiones e inestabilidades. Su vida afectiva pasada y presente, entrelazadas bajo la impronta del caudaloso desconcierto incesante. Malick, para ello, para situarse a la altura de ese traumático revuelo, recurre a la consabida polifonía de voces desenmascaradoras de los pensamientos íntimos, al incuestionable talento para regalar a cada plano una inesperada fractura lirica, una imagen nueva que expande, obstaculiza y regenera las expectativas de la anterior, en definitiva, al emplazamiento de la ley de la fuga continua como único mandato que acatar.

El problema de KNIGHT OF CUPS es que, a fuerza de persistir en esa desapacible evasión infinita, Malick se muestra incapaz de reconocer que su estilo se ha convertido en intransferible manual de urgencia, iterado hasta la extenuación. Al creador de LA DELGADA LÍNEA ROJA le conocemos el truco, le sabemos la aplaudida función. Se ha quedado convertido en un mago sin magia. La película no es la reiteración de un estilo personal: es la clonación de los mismos planos que ya hemos visto en el segmento central de EL ÁRBOL DE LA VIDA y, fundamentalmente, en TO THE WONDER.

KNIGHT OF CUPS decepciona porque muy pronto se constata la nula capacidad de regeneración. El cineasta no tiene ningún pudor en proclamarse calco impecable de lo ya concretado. Mismos encuadres, mismos movimientos, mismos lugares, y, lo peor de todo, mismos desvaríos espirituales. Más aún, el film no deja de autoreiterarse sonrojantemente en su empeño de contraponer la angustia del hombre contemporáneo a la frialdad de las construcciones arquitectónicas: causa hartazgo los continuos devaneos por las casas, las piscinas y las playas vacías. No hay peor mal en un poema que el que sus versos estén dichos. La suya queda degradada en lírica pirata. Duele ver convertido a Malick en un Godard pijo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Musiczine
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow