Western al más puro estilo hispano-italiano ambientado más que en una mina de plata, junto a Silverstown, en lo que parece una auténtica cantera de yeso por la blancura de los montes de alrededor.
Junto a un geólogo checo llega a la ciudad una banda de ingeniosos bandidos medio vagabundos, que no quieren pasar de simples y "honrados ladrones" a verdaderos asesinos buscados con recompensas. Tienen modestas pretensiones. Sin embargo, el azar de un guión un tanto deslabazado les lleva a ponerse, casi, del lado bueno de la ley y a enfrentarse a los verdaderamente malos y malísimos ladrones.
Interesantes escenas como la del saloon cuando canta Dolly, la del baile del pueblo sobre un entarimado, el fondo musical de la armónica, los paisajes que recorre la diligencia en la presentación y los planos generales que nos muestran, hasta lo que podemos considerar la invención del rifle con mira telescópica.
El resto nos parece de lo más flojo. En el cine del Oeste la línea que separa lo cómico de lo ridículo es muy delgada y en algunas escenas se rebasa en esta cinta. Tampoco alguna interpretación pasa de discreta y eso que Cadring (Van Cleef) lo borda.
El desenlace resulta un tanto inesperado. En cualquier caso, el aterrizaje final del malísimo jefe de los malos, de nombre Barton, cayendo desde lo alto de un andamio vestido de riguroso luto con su capa negra, nos recuerda al superhéroe Batman cuando se estampa con su atuendo de murciélago en alguno de sus vuelos.