Noche de rayos y truenos. Acabada la guerra de Secesión, por fin el sargento sudista Brian Clarke (Garko) se reencuentra con su bella esposa. ¡Toc, toc ...! Llaman a la puerta y entra un grupo de soldados nordistas de los "Vigilantes", una de tantas bandas que se dedican al saqueo. Violan y matan a la esposa quedando Brian tendido en el suelo de un balazo. Lo dan por muerto.
Daniel (Rassimov), el buen Samaritano, llega a tiempo para salvarle la vida aunque no puede hacer nada por su alma.
Cuando parecía que estábamos ante una nueva cinta de venganzas, va y no recuerda nada de los Vigilantes, y se tiene que conformar con seguir el mal camino del robo y del crimen, del que se aparta a tiempo Daniel y su hermano Robert (Miali) que, pese a sus esfuerzos, no consiguen "Salvar al soldado Brian". En la parte femenina sale por allí una tal July (Montés) sin venir demasiado a cuento.
La trama y el guion no tienen pies ni cabeza. La interpretación es horrorosa con grititos sobreactuados bastante patéticos, lo mismo que las melenas oxigenadas de los varones y las escenas de puñetazos.
Pero tiene también varias cosas destacables como la música, la fotografía y los paisajes de las cuevas de Guadix o de las rocas graníticas madrileñas. Asimismo originales son los dos duelos de pistoleros que presenciamos, uno en plena oscuridad con la única referencia del puro encendido que lleva cada uno, el otro como si fuera un torneo medieval con los caballeros, digo los pistoleros, corriendo a galope tendido uno contra el otro con la lanza en ristre, digo la pistola en mano. Lo nunca visto en un western. Si señor.
En fin, como dice en algún momento Brian, "Mis balas cuestan muy caras". Pues eso.