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España España · Santa Margarida i els Monjos
Voto de Víctor Baylach:
9
Drama. Aventuras En 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, fletado para llevar a un equipo de rugby a Chile, se estrella en un glaciar en el corazón de los Andes. Solo 29 de sus 45 pasajeros sobreviven al accidente. Atrapados en uno de los entornos más inaccesibles y hostiles del planeta, se ven obligados a recurrir a medidas extremas para mantenerse con vida. (FILMAFFINITY)
19 de diciembre de 2023
44 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde siempre me ha sonada como a un cuento popular la historia, tan trágica como milagrosa, de cierto equipo de rugby Uruguayo que fulminados por la desgracia se estrellaron en pleno corazón de los Andes, dados por muertos y obligados a sucumbir al canibalismo para sobrevivir un día más. No han sido pocos los documentales, libros, reportajes, películas y entrevistas que han dado voz a la fatídica historia, pero que, como ya le habrá pasado a la inmensa mayoría de la juventud (si es que aún puedo autodenominarme como tal), ya sea por inconsciencia, despreocupación o pasotismo, nunca he tenido más información de lo ocurrido. Para romper esta racha de ignorancia aparece en cartelera “La Sociedad de la Nieve”, el último relato cinematográfico que, basándose en el libro homónimo de Pablo Vierci, (amigo íntimo de los supervivientes y fallecidos), narra de nuevo la funesta desaventura de los pasajeros del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya. Pero, ¿quién se atrevería a darle una nueva forma al desastre? Efectivamente, no podía ser otro que J.A.Bayona.

Con la experiencia de “Lo imposible”, la historia de María Belón y su familia que, motivados a celebrar las fiestas de Navidad bajo los rayos de sol en las idílicas playas de Tailandia, lucharon a toda costa para sobrevivir al brutal tsunami que arrasó las costas del paraíso. Atraído como los osos a la miel, a Bayona no se le puede resistir otro milagro entre tanta tragedia, y es que han sido 12 los años de preparación del director para intentar llevar a cabo esta película, y ha sido gracias a la gran producción de Netflix y su fe ciega con el director, que ahora es un hecho.

Con tal increíble historia sería muy fácil descarrilarse por lo macabro, por la exageración hollywoodiense o por el melodrama desmesurado, ¿pero qué necesidad hay de ello cuando la misma realidad es aún más increíble que la ficción? Bayona, junto a su obsesión enfermiza del perfeccionismo narrativo y su gran sentido del respeto hacia lo ocurrido, consigue, desde el momento en que pones los pies en el avión, crecer en el espectador una tensión constante y creciente durante los minutos de su no corto relato; algo realmente jodido para mi bruxismo y mis cortas uñas. Las escasas escenas de acción, desde el accidente aéreo como la avalancha, consiguen, como un peso de mil demonios, aplastarme sobre la butaca y agarrarme a ella sin apenas poder respirar (y creedme, no he visto pocas escenas de acción opresivas). Junto a ellas algunas de escenas gravadas dentro del avión en ruinas, resguardados por un frio capaz de secarte el cerebro, con una luz apagada y gravadas en planos muy cercanos a los rostros de nuestros personajes ayudan, junto a unas actuaciones muy creíbles, a transmitir el gélido frio y padecimiento de todos ellos. En contraste, la mayoría de escenas de exterior, gravadas en planos generales y abiertos transmiten una falsa sensación de liberación gracias a los poco cálidos rayos de sol, y el blanco, precioso y mortal paisaje de los Andes.

Pero Bayona no solo quiere rozar la perfección de la realidad con el sufrimiento y la opresión de su relato. Construye una narración que busca adentrarse en la mentalidad de sus personajes, de su instinto de supervivencia, de la funcionalidad como grupo, de las difíciles y extremas decisiones para lograr vivir otro día, de la filosofía, la ética y los límites de la supervivencia, y del significado de la religión cuando todo parece perdido. Muestra un respeto incondicional sobre la evolución de la psique humana cuando día tras día menguan las esperanzas y aumentan el desgaste físico, la sed y el hambre. Pero por encima de todo muestra un respeto intachable a la moral y el derecho a sobrevivir a cualquier costo, aún que ello signifique tener que alimentarse de los cadáveres de aquellos que han sido tus compañeros y amigos.

Pero, evidentemente el mérito no solo se lo lleva un único hombre, y el reparto que acompaña el relato es sin duda un gran acierto, consiguiendo un trabajo actoral de gran autenticidad y credibilidad. A su vez, toda imagen cinematográfica que consigue atrapar al espectador, suele venir acompañada de una gran pieza musical, y en este caso no iba a ser menos. Como ya es costumbre, la genial banda sonora de Micheal Giacchino adorna el relato haciéndolo mucho más sentido y efectivo; efecto que también consigue su destacable trabajo de montaje y sus efectos digitales y de sonido. Pero si hay que ponerse quisquilloso y achacarle algo a la película esa seria, como la mayoría de filmes de hoy en día, su larga duración. Aún que en lo personal no se me ha hecho excesivamente densa, puesto que no he dejado de ir a la par con ella en ningún momento, puedo entender que sus 144 minutos puedan hacer mella a más de uno.

“La Sociedad de la Nieve”, por momentos, puede llegar a ser difícil de ver, y repito, no por el morbo de lo acontecido si no por su grado de veracidad. Consigue en mí que penetre un gélido frio que me envuelve los huesos, sentir alivio en cada rayo de sol, una gran opresión en sus momentos de acción, una enorme sensación desesperanza en cada revés del destino, una leve ilusión en cada pequeño instante de paz, empatía hacía toda posición moral y pensamiento que extralimita la ética, me mantiene los diez último minutos de metraje con un nudo en la garganta a punto de estallar, y hace que apenas pueda hablar durante la siguiente hora una vez ya terminada la película. Evidentemente no causará el mismo efecto en todo espectador, y quizá sea más sensible de lo que me creía, pero estoy feliz de al fin conocer esta increíble historia y haberlo hecho con el relato de J.A. Bayona.
Víctor Baylach
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