Estrenada en las salas de manera muy limitada, nos llega a nuestro país la última película del coreano Bong Joon-ho, conocido principalmente por “The Host” y “Memories of Murder”.
Su nueva propuesta viene a resultar una amalgama de géneros y de propuestas ya vistas, que hará las delicias de los que gustan de los títulos minoritarios y alternativos dentro de la ciencia-ficción y los universos distópicos.
En ocasiones uno creerá estar viendo una película de Terry Gilliam, pasada por el filtro de los primeros años de Jean-Pierre Jeunet, junto con elementos propios de la cinematografía coreana.
A pesar de su aspecto fuera de los circuitos comerciales más comunes, la historia se sigue con interés, aunque adolece de un metraje algo desmedido. Su estructura se basa principalmente en diferentes peripecias en diferentes escenarios de cada uno de los vagones de este tren donde sobrevive la humanidad a un invierno global.
No todos esos capítulos funcionan igual, ya que puedes pasar de momentos de tensión a otros protagonizados por personajes histéricos un tanto insoportables. Y es aquí donde la película se tambalea, en su continuo cambio de tono y en esa sensación permanente de incoherencia que hace que la trama sea un tanto desordenada y poco creíble. Los efectos especiales tampoco ayudan a este respecto, y aunque la dirección artística del interior del tren es a ratos interesante, los fondos digitales y las escenas de exterior matan a la película. Son efectos de segunda, incluso hay series de televisión que los tienen mejores.
Hay momentos muy buenos que sacan partido del reducido espacio que se maneja, pero otros son sonrojantes, como los protagonizados por Tilda Swinton que parece salida directamente de la saga “Los juegos del hambre”.
La presencia de un buen puñado de actores internacionales le da la cuota necesaria para no resultar un producto único para devoradores de rarezas. Aunque en este punto no sale del todo favorecida, ya que la presencia de gente como Jamie Bell o Chris Evans no resulta del todo satisfactorio, es muy probable que con actores desconocidos la cosa hubiera funcionado mejor.
Y atención, Ed Harris repite papel, vuelve a situarse como ser omnipotente al igual que ocurría en la magnífica “El show de Truman”.
Es un entretenimiento sin más, con cierta carga de denuncia y filosofía social, que se olvidará en la mente de muchos, pero que será encumbrada por otros.