Como la mayoría, he sufrido, desde la temporada 4, la angustia de no poder perdonar a Eren, de no llegar a entender ni aceptar las consecuencias de sus decisiones, de ser incapaz de justificar sus actos. Aún así, nunca dejé de creer.

Ya en aquel tren, cuando Eren, con gran solemnidad, les traslada a sus amigos que son lo más importante para él, sentí que estaba ante una escena clave para la historia. También cuando Eren le dice a Reyner aquel revelador "tú y yo somos iguales".

No imagino nada más humano ni con más sentido qué, ante miles de futuros posibles (ninguno de ellos ideal ni mucho menos justo), dispongas y sacrifiques todo para propiciar aquel en el que la familia que has elegido tenga la mejor y más larga vida posible.

En un mundo ficticio y condenado, al igual que el nuestro, a repetir una y otra vez una historia repleta de odio y violencia, el amor puro que se profesan Eren, Armin y Mikasa (también Jean, Connie, Sasha...) trastoca y conmueve, tanto, que incluso consigue reconciliar a Ymir con la humanidad.

Al final te he entendido Eren, siempre supe que lo haría.