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Voto de antonio lopez herraiz:
8
Terror. Thriller El Cairo, 1949. Lankester Merrin ha abandonado el sacerdocio y malvive como puede gracias a su reputación como arqueólogo. Un coleccionista privado lo contrata para que robe una imagen sagrada de un templo cristiano recién descubierto en África Oriental. Cuando Merrin acude al lugar, descubre que los hechos inexplicables que rodean el hallazgo podrían tener un origen sobrenatural. (FILMAFFINITY)
21 de enero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para rastrear los primeros síntomas degenerativos neuronales (y olfativos) en la cúpula de Warner Bros que les ha llevado a la bancarrota y la absorción corporativa actual no hay que instalarse en eventos recientes ni relacionados con supermachotes en mallas.
A la fotografía Vittorio Storaro. A la música Angelo Badalamenti. Caleb Carr metiendo mano en el guión. Y Paul Schrader, partiendo de la fértil mitología que ofrece el enclave africano -como los de John Boorman para la primera secuela, o los aprovechados por él mismo en 'El beso de la Pantera'- excavó, literalmente, en una iglesia enterrada (que no desaparecería con la reinterpretación de Harlin) como un pretexto para soterrar metafóricamente -además de al mal, obviamente- la batalla entre los demonios interiores y la fe renqueante pujando disyuntivamente contra las convicciones del padre Lankester Merrin -Stellan Skarsgärd, que lo interpretaría en las dos versiones-: otro Merrin de pedigrí bergmaniano y llegado de Suecia con experiencias fortuitas previas en la ficción guerramundialista antes que ésta.
Hasta que una sentencia judicial le diera la razón a Schrader y obligase a los estudios a estrenarla, Warner Bros la guardó en un cajón, rodándola nuevamente con Renny Harlin en una más accesible y ruidosa cinta de la que sólo recuerdo a Izabella Scorupco ('Goldeneye') bufando y pataleando como un toro bravo con la caracterización clásica de Linda Blair endemoniada y preparándose para embestir a Stellan Skarsgärd. La parisina Clara Bellar incluso puede dar gracias por ahorrarse pasar por ese trámite transformista con el que sí le tocaría apechugar al cantante Billy Crawford.
La mejor era ésta. No hay vómitos verdes. No hay caras rajadas -bueno, un poco- ni tampoco una adulta poseída dando lenguetazos a lo Gene Simmons. Esto va de horror espiritual, gore dosificado (aunque cuando aparece es generosamente cruel), religión, angustia y traumas reanudados tras el holocausto bajo un acento incisivo de crítica colonialista, ¿qué menos cabría esperar de un Schrader??
Lo que sí está claro es que la recreación digital de animales no figuraba entre sus prioridades o no pudo pulir según qué detalle en óptimas condiciones de posproducción.
Y sin embargo, la prefiero.
antonio lopez herraiz
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