Es una historia de amor y descubrimiento interior, adornada con pequeños retazos de ciencia ficción y algo de acción; en los breves momentos de aparición de los monstruos, soberbiamente dosificados, se apoya un historia vitalista, de supervivencia y de descubrimiento de los valores más esenciales de la existencia, justo cuando se está a punto de perder la esperanza.

Los actores están en su sitio, y todo parece tan convincente como cabría esperar de una situación como la que se supone que viven. Buscar complejidades innecesariamente habría desbaratado una dirección sobria y elegante (también es lógico pensar que no contaban con millones a porrones).

Resultado: mejor de lo que habrían hecho con el mismo guión muchos directores de esos que algunos idolatran, mientras se les llena la boca llamándolos "solventes" (y famosos, claro).