Cuando se cogen al azar una veintena de escenas archiconocidas de películas supertaquilleras españolas, se las rocía con abundantes fluidos provinientes del cuerpo humano y se las adereza con numerosos personajes de la vida pública e incluso algún repugnante representante del idiotismo más exacerbado de la televisión actual, el resultado no puede ser otro que la asquerosa vomitera escatológica sin sentido alguno.

Una cosa es la caracterización genial de un socialmente mierdoso personaje como el histórico "Torrente", cumbre indispensable del cine español, mal que les pese a muchos gafapastas pro-almodóvares o pro-medems; y otra muy distinta es limitarse a llenar las cámaras de televisión de pajas, enculaciones, guarradas, chorradas e imbecilidades con la única intención de derrochar película en busca de la risa chabacana y vulgaroide.

Más dinero público tirado a la papelera y más bolsillos llenos gracias a la inconsciencia del público amante del cine español, desde hace décadas hipnotizado en torno a los lumbreras sofronizadores habituales.