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Voto de Jordirozsa:
6
31 de marzo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
«A Classic Horror Story» (2021) se produce en un momento en el que el cine de terror experimenta un resurgimiento global, con películas y series de diferentes países que han ido ganando popularidad y reconocimiento. La industria cinematográfica italiana ha tenido un crecimiento constante en la última década, tanto en términos de producción como de reconocimiento internacional. Esta película se suma a la lista de producciones italianas recientes que han sido bien recibidas tanto a nivel nacional como en el extranjero.
La producción fue liderada por Colorado Film, una compañía productora italiana que ha estado en la industria desde 1984 y ha participado en la producción de varias películas y series de televisión exitosas en Italia. La colaboración con Netflix permitió que la película llegara a una audiencia global, lo que es una tendencia cada vez más común en la era del «streaming». La película también se enmarca en el contexto de una nueva ola de cine de terror europeo que ha surgido en los últimos años. Películas como «Goodnight Mommy», de Severin Fiala y Veronika Franz (Austria, 2014), «Raw», de Julia Ducoumau (Francia, 2016) y «The Ritual», de David Bruckner (Reino Unido, 2017), han demostrado la capacidad de las producciones europeas para generar terror con historias y enfoques novedosos.
Los directores Roberto De Feo y Paolo Strippoli tienen experiencia previa en la dirección de cortometrajes y proyectos audiovisuales en Italia, pero esta cinta marca su debut en el largometraje.
Dentro del cine italiano de terror, el referente patrio más cercano a «A Classic Horror Story» podría ser el «giallo». Y Aunque no es estrictamente una película de este estilo, se puede percibir la influencia del subgénero en la estilización visual, la atmósfera de suspense y el uso del «gore». La película también incorpora elementos más modernos y globales del cine de terror, como la ambientación en una cabaña en el bosque y la lucha por la supervivencia, pero su origen italiano y la conexión con el «giallo» le otorgan un sabor distintivo y un vínculo con la tradición cinematográfica de su país.
La fotografía de Emanuele Pasquet logra sumergir al espectador en la inquietante narrativa y generar una experiencia visual impactante y memorable. La iluminación en la película es en gran medida tenue y contrastada, lo que permite jugar con las sombras y la oscuridad para crear un ambiente de incertidumbre. La luz natural del día se combina con fuentes de luz artificial más débiles en las escenas nocturnas, como velas, linternas, y la temible luz roja de los focos que apuntan a la casa, anunciando la llegada de los temibles seres inframundanos, lo que refuerza la sensación de aislamiento y vulnerabilidad de los personajes. La paleta de colores ayuda a enfatizar la atmósfera sombría y opresiva de la película. Los verdes y azules del bosque y la cabaña se mezclan con tonos más cálidos y oscuros en ciertas escenas para generar una sensación de inquietud y desasosiego.
Se utilizan tanto planos generales, que muestran el aislamiento de los personajes en el entorno del bosque y la cabaña, como planos cerrados y primeros planos que enfatizan las emociones y los detalles siniestros de la ambientación. En algunas escenas, la profundidad de campo es reducida, lo que permite enfocar la atención en un elemento particular y generar una sensación de desconexión con el entorno. En otras ocasiones, se utiliza una mayor profundidad de campo para mostrar el entorno en su totalidad y enfatizar la percepción de desorientación.
La película se desarrolla principalmente en una cabaña en medio de un espeso bosque, lo que proporciona un ambiente aislado y claustrofóbico que es ideal para un relato de terror. La cabaña tiene un aspecto antiguo y misterioso, con muebles de madera y objetos que sugieren una historia oculta y siniestra. El bosque circundante, con sus árboles altos y densos, refuerza la sensación de desconexión del mundo exterior, al tiempo que ofrece un telón de fondo oscuro y amenazador que es perfecto para esconder peligros desconocidos.
El diseño de producción también incorpora elementos que remiten a la cultura y el folclore italiano, lo que le otorga un sabor local y auténtico a la ambientación. Estos detalles, junto con la arquitectura y los elementos decorativos de la cabaña, ayudan a situar la película en un contexto específico y a construir una conexión emocional con el público italiano.
La banda sonora de Massimiliano Mechelli combina elementos de música clásica y contemporánea, creando un paisaje sonoro rico y variado que complementa y refuerza la narrativa visual. La música oscila entre temas melódicos y evocadores, que sugieren momentos de introspección y emociones más profundas, y piezas disonantes y atonales que generan una sensación de inquietud y desasosiego en el espectador. La música incidental se entrelaza con sonidos ambientales y efectos de sonido para construir una atmósfera envolvente y aterradora. También hace uso de silencios y pausas en momentos clave, lo que permite crear un contraste dramático y aumentar la tensión. La instrumentación es diversa, incluyendo tanto cuerda (para crear texturas y armonías que sugieren emociones más íntimas y personales), como percusión e instrumentos electrónicos (para generar una sensación de inestabilidad y miedo).
Mechelli usa la técnica del «leitmotiv» (temas reurrentes ligados a situaciones o personajes), para crear conexiones emocionales entre las diferentes partes de la narrativa y reforzar la identidad sonora de la película.
El elenco trabaja en conjunto para crear un grupo de personajes que se sienten auténticos. Sus interacciones y relaciones, aunque tratadas sin demasiada profundidad son creíbles, lo que permite al espectador conectarse con sus luchas y temores en medio del terror y la incertidumbre que los rodea. Matilda Lutz interpreta a Elisa, una joven embarazada que se enfrenta a decisiones difíciles y a situaciones aterradoras .
La producción fue liderada por Colorado Film, una compañía productora italiana que ha estado en la industria desde 1984 y ha participado en la producción de varias películas y series de televisión exitosas en Italia. La colaboración con Netflix permitió que la película llegara a una audiencia global, lo que es una tendencia cada vez más común en la era del «streaming». La película también se enmarca en el contexto de una nueva ola de cine de terror europeo que ha surgido en los últimos años. Películas como «Goodnight Mommy», de Severin Fiala y Veronika Franz (Austria, 2014), «Raw», de Julia Ducoumau (Francia, 2016) y «The Ritual», de David Bruckner (Reino Unido, 2017), han demostrado la capacidad de las producciones europeas para generar terror con historias y enfoques novedosos.
Los directores Roberto De Feo y Paolo Strippoli tienen experiencia previa en la dirección de cortometrajes y proyectos audiovisuales en Italia, pero esta cinta marca su debut en el largometraje.
Dentro del cine italiano de terror, el referente patrio más cercano a «A Classic Horror Story» podría ser el «giallo». Y Aunque no es estrictamente una película de este estilo, se puede percibir la influencia del subgénero en la estilización visual, la atmósfera de suspense y el uso del «gore». La película también incorpora elementos más modernos y globales del cine de terror, como la ambientación en una cabaña en el bosque y la lucha por la supervivencia, pero su origen italiano y la conexión con el «giallo» le otorgan un sabor distintivo y un vínculo con la tradición cinematográfica de su país.
La fotografía de Emanuele Pasquet logra sumergir al espectador en la inquietante narrativa y generar una experiencia visual impactante y memorable. La iluminación en la película es en gran medida tenue y contrastada, lo que permite jugar con las sombras y la oscuridad para crear un ambiente de incertidumbre. La luz natural del día se combina con fuentes de luz artificial más débiles en las escenas nocturnas, como velas, linternas, y la temible luz roja de los focos que apuntan a la casa, anunciando la llegada de los temibles seres inframundanos, lo que refuerza la sensación de aislamiento y vulnerabilidad de los personajes. La paleta de colores ayuda a enfatizar la atmósfera sombría y opresiva de la película. Los verdes y azules del bosque y la cabaña se mezclan con tonos más cálidos y oscuros en ciertas escenas para generar una sensación de inquietud y desasosiego.
Se utilizan tanto planos generales, que muestran el aislamiento de los personajes en el entorno del bosque y la cabaña, como planos cerrados y primeros planos que enfatizan las emociones y los detalles siniestros de la ambientación. En algunas escenas, la profundidad de campo es reducida, lo que permite enfocar la atención en un elemento particular y generar una sensación de desconexión con el entorno. En otras ocasiones, se utiliza una mayor profundidad de campo para mostrar el entorno en su totalidad y enfatizar la percepción de desorientación.
La película se desarrolla principalmente en una cabaña en medio de un espeso bosque, lo que proporciona un ambiente aislado y claustrofóbico que es ideal para un relato de terror. La cabaña tiene un aspecto antiguo y misterioso, con muebles de madera y objetos que sugieren una historia oculta y siniestra. El bosque circundante, con sus árboles altos y densos, refuerza la sensación de desconexión del mundo exterior, al tiempo que ofrece un telón de fondo oscuro y amenazador que es perfecto para esconder peligros desconocidos.
El diseño de producción también incorpora elementos que remiten a la cultura y el folclore italiano, lo que le otorga un sabor local y auténtico a la ambientación. Estos detalles, junto con la arquitectura y los elementos decorativos de la cabaña, ayudan a situar la película en un contexto específico y a construir una conexión emocional con el público italiano.
La banda sonora de Massimiliano Mechelli combina elementos de música clásica y contemporánea, creando un paisaje sonoro rico y variado que complementa y refuerza la narrativa visual. La música oscila entre temas melódicos y evocadores, que sugieren momentos de introspección y emociones más profundas, y piezas disonantes y atonales que generan una sensación de inquietud y desasosiego en el espectador. La música incidental se entrelaza con sonidos ambientales y efectos de sonido para construir una atmósfera envolvente y aterradora. También hace uso de silencios y pausas en momentos clave, lo que permite crear un contraste dramático y aumentar la tensión. La instrumentación es diversa, incluyendo tanto cuerda (para crear texturas y armonías que sugieren emociones más íntimas y personales), como percusión e instrumentos electrónicos (para generar una sensación de inestabilidad y miedo).
Mechelli usa la técnica del «leitmotiv» (temas reurrentes ligados a situaciones o personajes), para crear conexiones emocionales entre las diferentes partes de la narrativa y reforzar la identidad sonora de la película.
El elenco trabaja en conjunto para crear un grupo de personajes que se sienten auténticos. Sus interacciones y relaciones, aunque tratadas sin demasiada profundidad son creíbles, lo que permite al espectador conectarse con sus luchas y temores en medio del terror y la incertidumbre que los rodea. Matilda Lutz interpreta a Elisa, una joven embarazada que se enfrenta a decisiones difíciles y a situaciones aterradoras .
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Lutz ofrece una actuación sólida y convincente, mostrando una amplia gama de emociones y matices que permiten al espectador identificarse con su personaje y comprender sus motivaciones y conflictos internos. Francesco Russo interpreta a Fabrizio, un personaje con un carácter enigmático y ambiguo que añade misterio y tensión a la trama. Russo ofrece una interpretación intrigante y matizada, lo que hace que el espectador se cuestione constantemente sus intenciones y su verdadera naturaleza. Will Merrick interpreta a Mark, un personaje que proporciona una perspectiva diferente a la situación y que también aporta momentos de humor y sarcasmo. Merrick ofrece una actuación equilibrada que combina el alivio cómico con la empatía hacia su personaje y su difícil situación. Peppino Mazzotta interpreta a Riccardo, un personaje que aporta una perspectiva madura y reflexiva al grupo. Su actuación contribuye a la dinámica relacional y a la evolución de la trama, proporcionando momentos de introspección y conflicto emocional. Yuliia Sobol interpreta a Sofia, una joven que se siente atraída por Mark y lucha con sus propios miedos y preocupaciones a lo largo de la película. La actuación de Sobol es emocionalmente resonante y permite al espectador empatizar con su personaje en medio de la creciente tensión y el terror.
Abundan las escenas de violencia gráfica y explícita, en las que los personajes, siguiendo los cánones del «slasher», paulatinamente eliminados, son sometidos a horribles torturas: fracturaciones, cortes, mutilaciones…, aunque no cae en el exceso desmesurado en el vertido de sangre. Hay que destacar también la enorme carga de presión y de violencia psíquica que sufren las figuras dramáticas que se ven atrapadas en esta pesadilla, tanto por parte de los siniestros habitantes del entorno, como por los conflictos internos que surgen entre los protagonistas, a la hora de enfrentarse a los peligros que les acechan.
En un ritmo desigual, y augmentando progresivamente la intensidad hacia el último acto, el guion se destaca por su habilidad para combinar elementos clásicos del género de terror con un enfoque innovador y sorprendente. La trama mantiene gradualmente al espectador en vilo especialmente después del primer tercio de la película, pero es el giro final lo que realmente impacta y hace que la historia sea especialmente memorable. A lo largo del metraje, los personajes se enfrentan a situaciones cada vez más aterradoras y desconcertantes, y el espectador es llevado a través de una serie de revelaciones que sugieren la presencia de fuerzas sobrenaturales y rituales paganos. Sin embargo, es en el giro final que el «script» toma un rumbo inesperado y revela la verdadera naturaleza de los eventos y antagonistas de la historia: los personajes no han sido víctimas de fuerzas sobrenaturales o de un culto pagano, sino de un elaborado y siniestro montaje ideado por Fabrizio y un grupo de cómplices. El propósito de este montaje es crear una experiencia de terror realista y espantosa que puede ser filmada y vendida como contenido en línea. Aquí volvemos al mundo de las cintas de temática «snuff movie» como «Tesis», de Alejandro Amenábar (1996); o «Holocausto Caníbal», de Ruggero Deodato (1980). Es un ejemplo perfecto de cómo la película desafía las convenciones del género y ofrece algo nuevo e inesperado. No solo cambia la percepción de la trama, sino que también plantea preguntas sobre la explotación de la violencia y el miedo en la cultura popular y el impacto que esto puede tener en la sociedad en general. Aspecto, éste último, magníficamente ilustrado con toques sarcásticos, en la última escena de la playa, en la que Elisa, todavía con el bebé en su vientre, se abandona al fondo del mar, deseando volver a entrar ella en el seno materno para huir de la avidez mediática de una sociedad psicosocialmente enferma: un admirable ejercicio de metalenguaje simbólico con el que se baja el telón de esta audaz cinta.
Abundan las escenas de violencia gráfica y explícita, en las que los personajes, siguiendo los cánones del «slasher», paulatinamente eliminados, son sometidos a horribles torturas: fracturaciones, cortes, mutilaciones…, aunque no cae en el exceso desmesurado en el vertido de sangre. Hay que destacar también la enorme carga de presión y de violencia psíquica que sufren las figuras dramáticas que se ven atrapadas en esta pesadilla, tanto por parte de los siniestros habitantes del entorno, como por los conflictos internos que surgen entre los protagonistas, a la hora de enfrentarse a los peligros que les acechan.
En un ritmo desigual, y augmentando progresivamente la intensidad hacia el último acto, el guion se destaca por su habilidad para combinar elementos clásicos del género de terror con un enfoque innovador y sorprendente. La trama mantiene gradualmente al espectador en vilo especialmente después del primer tercio de la película, pero es el giro final lo que realmente impacta y hace que la historia sea especialmente memorable. A lo largo del metraje, los personajes se enfrentan a situaciones cada vez más aterradoras y desconcertantes, y el espectador es llevado a través de una serie de revelaciones que sugieren la presencia de fuerzas sobrenaturales y rituales paganos. Sin embargo, es en el giro final que el «script» toma un rumbo inesperado y revela la verdadera naturaleza de los eventos y antagonistas de la historia: los personajes no han sido víctimas de fuerzas sobrenaturales o de un culto pagano, sino de un elaborado y siniestro montaje ideado por Fabrizio y un grupo de cómplices. El propósito de este montaje es crear una experiencia de terror realista y espantosa que puede ser filmada y vendida como contenido en línea. Aquí volvemos al mundo de las cintas de temática «snuff movie» como «Tesis», de Alejandro Amenábar (1996); o «Holocausto Caníbal», de Ruggero Deodato (1980). Es un ejemplo perfecto de cómo la película desafía las convenciones del género y ofrece algo nuevo e inesperado. No solo cambia la percepción de la trama, sino que también plantea preguntas sobre la explotación de la violencia y el miedo en la cultura popular y el impacto que esto puede tener en la sociedad en general. Aspecto, éste último, magníficamente ilustrado con toques sarcásticos, en la última escena de la playa, en la que Elisa, todavía con el bebé en su vientre, se abandona al fondo del mar, deseando volver a entrar ella en el seno materno para huir de la avidez mediática de una sociedad psicosocialmente enferma: un admirable ejercicio de metalenguaje simbólico con el que se baja el telón de esta audaz cinta.