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Voto de Jordirozsa:
6
4.2
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Terror
La familia Fleege acaba de mudarse de casa. Entre las cosas que dejaron los anteriores inquilinos, encuentran una cámara de vídeo y unos viejos vídeos. El contenido de las cintas muestran imágenes extrañas, de dos niñas que habitaban la casa antiguamente: Kristi y Katie (Actividad paranormal 3). Muy pronto se darán cuenta que los antiguos dueños del local dejaron abandonada una cámara de vídeo HD que tiene la predicción de ver fantasmas ... [+]
12 de septiembre de 2021
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuál no fue mi sorpresa cuando, antes de empezar a darle a la tecla para hacer comentario de la última entrega de “Paranormal Activity” (“Ghost Dimension”), decidí hacer una pasada de revisión rápida de algunas escenas de las que no recordaba detalles, o partes que tenía fragmentadas y/o perdidas en el fondo de mi memoria.
Al comprobar los últimos quince minutos del metraje, me salió una mueca de extrañeza: “mau, esto no es lo que yo recordaba haber visto”… total, que conformándome con que a los cuarenta y tantos ya se van muriendo neuronas, por casualidad, entro en la carpeta donde tengo las pelis, y veo la versión en castellano.
Por intuición, repaso algunas escenas y… ¡Caramba!, no me lo esperaba: el final completamente diferente. No sé si mucha gente está al tanto de esto, y yo he sido el último mono en darme cuenta, y a qué se pudo deber que hicieran dos montajes con finales alternativos (en “spoiler” lo comentaré).
Después de más de un lustro de “The Ghost Dimension”, la siguiente (octava si contamos “Tokyo Night”, de Toshikazu Nagae), se anunció el estreno, que se pospuso con motivo de la p(l)andemia, hasta este 2021. Sin embargo, y arguyendo similares razones, se declinó la proyección en salas de cine, para decidir estrenarla en “Paramount +”.
Así que todos aquellos que estén suscritos a dicha plataforma, tendrán la oportunidad de visionarla. O, como un servidor, que con Netflix y Amazon Prime ya tiene bastante, esperar a poder buscarse la vida por otras sendas; la verdad es que puede esperar.
“Paranormal Activity: Ghost Dimension” supuso una renovación casi al completo de la plana mayor del equipo técnico, que llevaba en andanza desde la segunda parte de la colección. Esta la dirige Gregory Plotkin, que hasta entonces sólo había sido el responsable de un corto; posteriormente realizaría dos largos de dudosa reputación: “Crimson” (2020), de los mismos productores que nuestra sufrida saga, rodada en el mismo formato y estilo, casi, y “Hell Fest” (2018).
Si en “Paranormal Activity 2” teníamos ligeros guiños a la saga “Poltergeist”, en el caso de “The Ghost Dimension”, ya es de descaro lo que bebe del mito, la redacción de cuyo script estaba firmado, junto con Michael Grais y Mark Victor, por Spielberg. Con lo que no sería nada sorprendente que le pidieran “chuletas” a “papá Steven”.
Hasta el cartel es desvergonzado en cuanto a ese paralelismo con “Fenómenos Extraños”. Otro indicio de que el magnate estadounidense del entretenimiento seguía estando detrás de toda esta campaña que, visto lo visto, igual pronto llega a su fin.
Plotkin, por un lado, introduce variaciones experimentales, pero ya no tanto en la dirección de sus predecesores, de ir paulatinamente abriéndose camino en las direcciones por las que continuar o completar una incipiente trama que se iba tejiendo a medida que se presentaba otra estrena (remontar al pasado de la abuela y las hermanas Katie y Kristie, o avanzar a tiempo real con secuelas; la de “The Marked Ones”, disfrazada de spin-off hispano), sinó en la línea de explotar los efectos especiales, de modo que si ya comentábamos que cualquier semejanza entre “Paranormal Activity” y “The Marked Ones” podía ser pura coincidencia, “The Ghost Dimension” es la antítesis a la propuesta planteada por Oren Peli.
Si entonces, en la primícia, sólo se percibían sombras, crujidos, pasos, y lo que grababan únicamente una cámara fija en un dormitorio y una cámara en mano, en “The Ghost Dimension” se exhibe, sin ningún tipo de reparo ni voluntad de mantenerse en el plano de la sugestión, una colección de efectos visuales (además en 3D, pa que ustedes se enteren; yo no me enteré) con los que supuesto terror o miedo que inspiraba lo informe o desconocido, aquí se diluye ante el más puro exhibicionismo.
Volvemos a lo de siempre; el eterno debate: para algunos, los efectos, por muy bien construídos que estén (no es este el caso de unas formas ectoplasmáticas que nos recuerdan a las cintas de “La Momia” (1999 – 2008), y otras similares), no pueden causar el pavor de la oscuridad, el silencio y la mera percepción de la amenaza latente. Para otros, viceversa. De todos modos, es como si los idearcas de “Paranormal Activity” quisieran abarcar a cuantas más sensibilidades y gustos posibles, sin, al final, dejar satisfecho(a) y/o contento(a), a nadie.
Personalmente, los efectos empleados acercan más a una película fantástica, desvirtúan el efecto de causar el delirio creciente de pánico, y restan credibilidad a la narración. ¿O es que nuestros queridos creadores no saben que somos perfectamente conscientes de que los demonios, las brujas, vampiros, hombres lobo y demás especímenes, ni se reflejan en los espejos, ni salen en las fotos, ni se pueden grabar con una cámara; aunque esta sea una cámara antigua “mágica” que se encuentra con las VHS? Vamos, yo lo tenía entendido así.
Saber, si lo saben… pero el discurso ha cambiado, y ya no se pretende vender realismo. Por lo menos en apariencia. La vuelta a las cámaras fijas en el espacio de una casa de familia acomodada, y la cámara en mano, que parece una involución formal en la construcción del set, con el minutaje inserto en la pantalla, y la “sala de mandos” con los monitores, desde donde revisan las imágenes, no es otra cosa que un vestigio nostálgico en el código de barras de la denominación de origen.
A parte de los efectos insertados como castillo de fuegos artificiales con el que quizá ya estén dando los últimos brochazos a esta odisea, seguimos sin banda sonora, que habría resultado mucho más convincente que tanto estruendo parpadeante y tantas caras feas diseñadas por ordenador.
Al comprobar los últimos quince minutos del metraje, me salió una mueca de extrañeza: “mau, esto no es lo que yo recordaba haber visto”… total, que conformándome con que a los cuarenta y tantos ya se van muriendo neuronas, por casualidad, entro en la carpeta donde tengo las pelis, y veo la versión en castellano.
Por intuición, repaso algunas escenas y… ¡Caramba!, no me lo esperaba: el final completamente diferente. No sé si mucha gente está al tanto de esto, y yo he sido el último mono en darme cuenta, y a qué se pudo deber que hicieran dos montajes con finales alternativos (en “spoiler” lo comentaré).
Después de más de un lustro de “The Ghost Dimension”, la siguiente (octava si contamos “Tokyo Night”, de Toshikazu Nagae), se anunció el estreno, que se pospuso con motivo de la p(l)andemia, hasta este 2021. Sin embargo, y arguyendo similares razones, se declinó la proyección en salas de cine, para decidir estrenarla en “Paramount +”.
Así que todos aquellos que estén suscritos a dicha plataforma, tendrán la oportunidad de visionarla. O, como un servidor, que con Netflix y Amazon Prime ya tiene bastante, esperar a poder buscarse la vida por otras sendas; la verdad es que puede esperar.
“Paranormal Activity: Ghost Dimension” supuso una renovación casi al completo de la plana mayor del equipo técnico, que llevaba en andanza desde la segunda parte de la colección. Esta la dirige Gregory Plotkin, que hasta entonces sólo había sido el responsable de un corto; posteriormente realizaría dos largos de dudosa reputación: “Crimson” (2020), de los mismos productores que nuestra sufrida saga, rodada en el mismo formato y estilo, casi, y “Hell Fest” (2018).
Si en “Paranormal Activity 2” teníamos ligeros guiños a la saga “Poltergeist”, en el caso de “The Ghost Dimension”, ya es de descaro lo que bebe del mito, la redacción de cuyo script estaba firmado, junto con Michael Grais y Mark Victor, por Spielberg. Con lo que no sería nada sorprendente que le pidieran “chuletas” a “papá Steven”.
Hasta el cartel es desvergonzado en cuanto a ese paralelismo con “Fenómenos Extraños”. Otro indicio de que el magnate estadounidense del entretenimiento seguía estando detrás de toda esta campaña que, visto lo visto, igual pronto llega a su fin.
Plotkin, por un lado, introduce variaciones experimentales, pero ya no tanto en la dirección de sus predecesores, de ir paulatinamente abriéndose camino en las direcciones por las que continuar o completar una incipiente trama que se iba tejiendo a medida que se presentaba otra estrena (remontar al pasado de la abuela y las hermanas Katie y Kristie, o avanzar a tiempo real con secuelas; la de “The Marked Ones”, disfrazada de spin-off hispano), sinó en la línea de explotar los efectos especiales, de modo que si ya comentábamos que cualquier semejanza entre “Paranormal Activity” y “The Marked Ones” podía ser pura coincidencia, “The Ghost Dimension” es la antítesis a la propuesta planteada por Oren Peli.
Si entonces, en la primícia, sólo se percibían sombras, crujidos, pasos, y lo que grababan únicamente una cámara fija en un dormitorio y una cámara en mano, en “The Ghost Dimension” se exhibe, sin ningún tipo de reparo ni voluntad de mantenerse en el plano de la sugestión, una colección de efectos visuales (además en 3D, pa que ustedes se enteren; yo no me enteré) con los que supuesto terror o miedo que inspiraba lo informe o desconocido, aquí se diluye ante el más puro exhibicionismo.
Volvemos a lo de siempre; el eterno debate: para algunos, los efectos, por muy bien construídos que estén (no es este el caso de unas formas ectoplasmáticas que nos recuerdan a las cintas de “La Momia” (1999 – 2008), y otras similares), no pueden causar el pavor de la oscuridad, el silencio y la mera percepción de la amenaza latente. Para otros, viceversa. De todos modos, es como si los idearcas de “Paranormal Activity” quisieran abarcar a cuantas más sensibilidades y gustos posibles, sin, al final, dejar satisfecho(a) y/o contento(a), a nadie.
Personalmente, los efectos empleados acercan más a una película fantástica, desvirtúan el efecto de causar el delirio creciente de pánico, y restan credibilidad a la narración. ¿O es que nuestros queridos creadores no saben que somos perfectamente conscientes de que los demonios, las brujas, vampiros, hombres lobo y demás especímenes, ni se reflejan en los espejos, ni salen en las fotos, ni se pueden grabar con una cámara; aunque esta sea una cámara antigua “mágica” que se encuentra con las VHS? Vamos, yo lo tenía entendido así.
Saber, si lo saben… pero el discurso ha cambiado, y ya no se pretende vender realismo. Por lo menos en apariencia. La vuelta a las cámaras fijas en el espacio de una casa de familia acomodada, y la cámara en mano, que parece una involución formal en la construcción del set, con el minutaje inserto en la pantalla, y la “sala de mandos” con los monitores, desde donde revisan las imágenes, no es otra cosa que un vestigio nostálgico en el código de barras de la denominación de origen.
A parte de los efectos insertados como castillo de fuegos artificiales con el que quizá ya estén dando los últimos brochazos a esta odisea, seguimos sin banda sonora, que habría resultado mucho más convincente que tanto estruendo parpadeante y tantas caras feas diseñadas por ordenador.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Pero difícil tarea es conseguir una composición digna, y más en el caso de las películas de terror. Sólo conozco a tres compositores que lo hayan logrado holgadamente: Bernard Hermann (“Psicosis”), Jack Nitzsche (“El Exorcista”) y Jerry Goldsmith (“The Omen”, “Poltergeist”…).
Con un buen sonido orquestal, se hubiera podido recuperar parte de este hueco que deja huérfanos al resto de efectos de sonido.
Los personajes vuelven al patrón de las primeras entregas: matrimonio (Chris J. Murray y Brit Shaw) en el que uno hace el papel inicial de incrédulo, y otro se lanza a investigar obsesivamente lo que está sucediendo; Mike (el tío que viene de visita), simpaticón y que con su carácter ayuda a distender el ambiente con sus chismes; Leila, la protagonista (Ivy George), que se antoja como reproducción de Carol Anne de “Poltergeist”; el Padre Todd (Michael Krawic), que guiará el exorcismo final; y, como no, esta vez por fin, “incarnatus”, tendremos a Tobi, representado entre efectos y el actor Mark Steger.
“Paranormal Activity: The Ghost Dimension”, en lo temporal sigue ubicada en la actualidad, en sincronía del año de rodaje, pero en vez de seguir donde nos dejó la anterior, se centra en las famosas cintas de Lois, donde se explica como las hermanas Kattie y Kristie, aprenden las artes ocultas. El viaje en el tiempo de Héctor, en “The Marked Ones”, es una insinuación muy discreta del túnel que se abrirá aquí en la pared del dormitorio de Leila, y que llevará a la chiquilla al encuentro material con Kattie y Kristie, su abuela bruja, y el “mentor” satánico Kent (Don McManus).
Tampoco sigue el curso precuelar que remontaria a los antepasados de la familia, no fuera caso que nos encontrásemos una primitiva imagen, de cámaras con manivela de la Primera Guerra Mundial (quién sabe, quizá nos deparen un metraje rodado con una Súper8. Por cierto, sería muy realista, aunque quizás harto incómodo, grabar así una habitación, durante las 24 horas).
Lo más desconcertante es el doble final. En una versión, el exorcismo termina con el Tobi ese neutralizado y devuelto al pasado; un aparente “happy end” que se desmorona cuando en las últimas tomas aparece Leila, cogida de la mano de “sus nuevas amigas” (que no son otras que Kattie y Kristie niñas), y seguidamente en la fiesta de cumpleaños, con Emily embarazada de un futuro hermano de Leila, aparece el malvado mentor Kent entre los padres de los niños invitados.
En el otro final, más parejo a la filosofía de las anteriores películas, acaba mal el exorcismo, Toby se carga a Mike, a Ryan y a Skyler (una amiga o parienta de la familia que les ayudaba), y Leila Corre al “túnel” que da al pasado, seguida por su madre, que la intentará rescatar sin éxito, pues llegará tarde: ya le han sacado la sangre a Leila para encarnar a Toby, quien mata a Emily y se va cogiendo de la mano a la pequeña, con lo que nos recuerda a aquella fantástica e iconográfica imagen de “El Doctor Frankenstein” (1931).
Desconozco el objeto real de este monstruo de dos cabezas, y no sé cuál de ellos (o si los dos a la vez, o uno para los USA y el otro para el resto del mundo), fue el que se exhibió en los cines; lo obvio es que son excluyentes, y que, si la hay, el hilo argumental de la siguiente película (por coherencia), invalidará automáticamente a uno, o al otro.
¿Es que los guionistas quisieron hacer honor al subtítulo de la película, dejando posibles ambos desenlaces, como forma estilística novedosa? ¿o prefirieron tomarse una juerga, y dejar la decisión de cuál era el final definitivo para justo antes de presentar el séptimo tomo? ¿O dejar que lo decidiera el público… con un formulario de votos on-line, tal vez? ¿se trata de una estratagema para que no figuremos de antemano por dónde irán los tiros en la próxima?
Quien sabe. Parafraseando a la Biblia, "los caminos de Hollywood són inescrutables", y lo único que sabemos, es que muy probablemente intentarán llevarnos de nuevo al redil (o al acantilado).
Con un buen sonido orquestal, se hubiera podido recuperar parte de este hueco que deja huérfanos al resto de efectos de sonido.
Los personajes vuelven al patrón de las primeras entregas: matrimonio (Chris J. Murray y Brit Shaw) en el que uno hace el papel inicial de incrédulo, y otro se lanza a investigar obsesivamente lo que está sucediendo; Mike (el tío que viene de visita), simpaticón y que con su carácter ayuda a distender el ambiente con sus chismes; Leila, la protagonista (Ivy George), que se antoja como reproducción de Carol Anne de “Poltergeist”; el Padre Todd (Michael Krawic), que guiará el exorcismo final; y, como no, esta vez por fin, “incarnatus”, tendremos a Tobi, representado entre efectos y el actor Mark Steger.
“Paranormal Activity: The Ghost Dimension”, en lo temporal sigue ubicada en la actualidad, en sincronía del año de rodaje, pero en vez de seguir donde nos dejó la anterior, se centra en las famosas cintas de Lois, donde se explica como las hermanas Kattie y Kristie, aprenden las artes ocultas. El viaje en el tiempo de Héctor, en “The Marked Ones”, es una insinuación muy discreta del túnel que se abrirá aquí en la pared del dormitorio de Leila, y que llevará a la chiquilla al encuentro material con Kattie y Kristie, su abuela bruja, y el “mentor” satánico Kent (Don McManus).
Tampoco sigue el curso precuelar que remontaria a los antepasados de la familia, no fuera caso que nos encontrásemos una primitiva imagen, de cámaras con manivela de la Primera Guerra Mundial (quién sabe, quizá nos deparen un metraje rodado con una Súper8. Por cierto, sería muy realista, aunque quizás harto incómodo, grabar así una habitación, durante las 24 horas).
Lo más desconcertante es el doble final. En una versión, el exorcismo termina con el Tobi ese neutralizado y devuelto al pasado; un aparente “happy end” que se desmorona cuando en las últimas tomas aparece Leila, cogida de la mano de “sus nuevas amigas” (que no son otras que Kattie y Kristie niñas), y seguidamente en la fiesta de cumpleaños, con Emily embarazada de un futuro hermano de Leila, aparece el malvado mentor Kent entre los padres de los niños invitados.
En el otro final, más parejo a la filosofía de las anteriores películas, acaba mal el exorcismo, Toby se carga a Mike, a Ryan y a Skyler (una amiga o parienta de la familia que les ayudaba), y Leila Corre al “túnel” que da al pasado, seguida por su madre, que la intentará rescatar sin éxito, pues llegará tarde: ya le han sacado la sangre a Leila para encarnar a Toby, quien mata a Emily y se va cogiendo de la mano a la pequeña, con lo que nos recuerda a aquella fantástica e iconográfica imagen de “El Doctor Frankenstein” (1931).
Desconozco el objeto real de este monstruo de dos cabezas, y no sé cuál de ellos (o si los dos a la vez, o uno para los USA y el otro para el resto del mundo), fue el que se exhibió en los cines; lo obvio es que son excluyentes, y que, si la hay, el hilo argumental de la siguiente película (por coherencia), invalidará automáticamente a uno, o al otro.
¿Es que los guionistas quisieron hacer honor al subtítulo de la película, dejando posibles ambos desenlaces, como forma estilística novedosa? ¿o prefirieron tomarse una juerga, y dejar la decisión de cuál era el final definitivo para justo antes de presentar el séptimo tomo? ¿O dejar que lo decidiera el público… con un formulario de votos on-line, tal vez? ¿se trata de una estratagema para que no figuremos de antemano por dónde irán los tiros en la próxima?
Quien sabe. Parafraseando a la Biblia, "los caminos de Hollywood són inescrutables", y lo único que sabemos, es que muy probablemente intentarán llevarnos de nuevo al redil (o al acantilado).