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Voto de sergiomalvin:
10
7.6
4,374
Serie de TV. Drama
Serie de TV (2005). 1 temporada. 13 episodios. Narra dos historias paralelas: la de José Olaya (Ernesto Alterio), un joven minero asturiano que se ve obligado a emigrar a Argentina en el año 1934 utilizando la documentación y el nombre de su hermano Andrés; y la de su hijo, Ernesto Olaya (Eduardo Blanco), un arquitecto argentino de mediana edad que emigra a España en 2001, también en contra de su voluntad, en busca de una salida a los ... [+]
5 de agosto de 2023
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La descubrí hace un par de semanas -gracias a una recomendación de mi hijo-, y no puedo creer que un trabajo de altísima calidad, como Vientos de agua, haya llegado tan tarde a mi conocimiento.
Campanella es un director de fuste, no voy a descubrir nada, y aquí, rodeado de un elenco de notables intérpretes, realiza una serie redonda, que me produce tristeza saber que no ha sido valorada en su real dimensión, tanto en España como en Argentina.
La recreación de época es brillante; la serie atraviesa las diversas etapas históricas de dos países fuertemente ligados por las corrientes migratorias entre ambos -españoles huyendo de la guerra y el hambre; argentinos escapando de gobernantes ladrones que se quedaron con los ahorros y las ilusiones de la gente-.
Retrata muy bien las condiciones de trabajo inhumanas en una mina de Asturias, donde los derechos laborales no existían y la consigna era clara: "o trabajas aquí o mueres de hambre", al tiempo que del otro lado del Atlántico, los anarquistas, llegados de esa España opresiva, trabajan para convencer a los locales de que la lucha es internacional, hasta que aparecen Perón, Evita y todo lo que significó ese movimiento, lejos de la comprensión de quien no nació o vivió en Argentina.
Pero no es una serie sobre política, sino sobre el desarraigo, la culpa, y la búsqueda desesperada del amor, que no cesa hasta el final de la vida de uno de los protagonistas.
Desde el punto de vista técnico es una verdadera joya, y cuando hay un guion bien construido uno no puede menos que agradecer el respeto que los realizadores tienen por el público. Nada está hecho a las apuradas ni para salir del paso de la forma más fácil, como lamentablemente vemos en muchas series con grandes presupuestos, que impactan en lo visual pero carecen de ideas y guiones consistentes.
En cuanto al elenco, haré un breve repaso, no sin antes decir que no hay puntos flojos aquí, si me olvido de alguien pido perdón, porque la serie abarca unas 16 horas, y nadie desentona.
Eduardo Blanco. Un actor de raza. Dota a su personaje de gran humanidad, hace creíble a ese arquitecto argentino que al principio de su exilio se siente un "diferente", pero la angustia y la solidaridad de los otros "nadies" le van cambiando la mirada.
Ernesto Alterio. Para mí, una sorpresa, ya que sólo tenía el registro de su participación en "Infancia Clandestina", como el tío del niño protagonista. Aquí lleva buena parte de la serie sobre sus hombros. Un hombre al que le cuesta expresar sus sentimientos, a mitad de camino entre la culpa, por sentirse privilegiado en otra tierra, al tiempo que su familia permanece en Asturias, soportando el incipiente franquismo.
Héctor Alterio. No vamos a descubrir nada, actor veterano, con enorme capacidad para conmover, en el último episodio aparece en su esplendor interpretativo.
Pablo Rago. Estupenda actuación. El húngaro judío que compone es absolutamente creíble, entrañable.
Giulia Michelini. ¿De dónde salió esta italiana fascinante? Fuerza latina descomunal, metida en la piel de su personaje, es como una llamarada que enciende la pantalla en cada aparición. Mujer cautivante, gran química con Rago.
Angie Cepeda. Exhuberante. Diría que siempre fue una inmigrante sin papeles, lo que es un elogio a su brillante actuación.
Marta Etura. Su personaje, Ana, es el de esa persona que cualquier inmigrante quisiera encontrar en su camino. Alejada de su familia, con razón, encuentra en ese crisol de razas de la inmigración, una razón por la que vivir y luchar, sin dejar de lado sus aspiraciones personales. Gran trabajo en toda la serie. Al igual que Cepeda, ternura y carácter.
Caterina Murino. La pianista judeo francesa que conmueve a uno de los protagonistas (no spoiler) también tiene un rol preponderante en la serie. Sobresaliente.
Bárbara Goenaga. En su rol de Felisa, hermana del atormentado Andrés Olaya, borda un personaje femenino que es una tormenta de pasión por la vida, que ha pasado, a pesar de su juventud, por todos los sinsabores que la vida puede deparar. Ya no es Goenaga, es Felisa, la anarquista sobreviviente, que va para adelante como una topadora. Otro punto alto.
Claudia Fontán, Pilar Punzano, Carlos Kaspar, Valeria Bertuccelli, El Gran Wyoming, Mariano Bertolini, Silvia Abascal, Rubén Ochandiano, y la breve pero gran presencia de José Luis López Vázquez en el capítulo final (creo que fue su último papel antes de morir, en 2009), forman parte de un elenco que nunca decepciona. Hay breves apariciones de Gustavo Garzón y Coco Silly, para quienes somos rioplatenses, disfrutables.
Sólo queda agradecer a todo el equipo que hizo posible esta gran serie, en la que el talento desborda y el compromiso con el espectador salta a la vista desde el minuto uno.
Campanella es un director de fuste, no voy a descubrir nada, y aquí, rodeado de un elenco de notables intérpretes, realiza una serie redonda, que me produce tristeza saber que no ha sido valorada en su real dimensión, tanto en España como en Argentina.
La recreación de época es brillante; la serie atraviesa las diversas etapas históricas de dos países fuertemente ligados por las corrientes migratorias entre ambos -españoles huyendo de la guerra y el hambre; argentinos escapando de gobernantes ladrones que se quedaron con los ahorros y las ilusiones de la gente-.
Retrata muy bien las condiciones de trabajo inhumanas en una mina de Asturias, donde los derechos laborales no existían y la consigna era clara: "o trabajas aquí o mueres de hambre", al tiempo que del otro lado del Atlántico, los anarquistas, llegados de esa España opresiva, trabajan para convencer a los locales de que la lucha es internacional, hasta que aparecen Perón, Evita y todo lo que significó ese movimiento, lejos de la comprensión de quien no nació o vivió en Argentina.
Pero no es una serie sobre política, sino sobre el desarraigo, la culpa, y la búsqueda desesperada del amor, que no cesa hasta el final de la vida de uno de los protagonistas.
Desde el punto de vista técnico es una verdadera joya, y cuando hay un guion bien construido uno no puede menos que agradecer el respeto que los realizadores tienen por el público. Nada está hecho a las apuradas ni para salir del paso de la forma más fácil, como lamentablemente vemos en muchas series con grandes presupuestos, que impactan en lo visual pero carecen de ideas y guiones consistentes.
En cuanto al elenco, haré un breve repaso, no sin antes decir que no hay puntos flojos aquí, si me olvido de alguien pido perdón, porque la serie abarca unas 16 horas, y nadie desentona.
Eduardo Blanco. Un actor de raza. Dota a su personaje de gran humanidad, hace creíble a ese arquitecto argentino que al principio de su exilio se siente un "diferente", pero la angustia y la solidaridad de los otros "nadies" le van cambiando la mirada.
Ernesto Alterio. Para mí, una sorpresa, ya que sólo tenía el registro de su participación en "Infancia Clandestina", como el tío del niño protagonista. Aquí lleva buena parte de la serie sobre sus hombros. Un hombre al que le cuesta expresar sus sentimientos, a mitad de camino entre la culpa, por sentirse privilegiado en otra tierra, al tiempo que su familia permanece en Asturias, soportando el incipiente franquismo.
Héctor Alterio. No vamos a descubrir nada, actor veterano, con enorme capacidad para conmover, en el último episodio aparece en su esplendor interpretativo.
Pablo Rago. Estupenda actuación. El húngaro judío que compone es absolutamente creíble, entrañable.
Giulia Michelini. ¿De dónde salió esta italiana fascinante? Fuerza latina descomunal, metida en la piel de su personaje, es como una llamarada que enciende la pantalla en cada aparición. Mujer cautivante, gran química con Rago.
Angie Cepeda. Exhuberante. Diría que siempre fue una inmigrante sin papeles, lo que es un elogio a su brillante actuación.
Marta Etura. Su personaje, Ana, es el de esa persona que cualquier inmigrante quisiera encontrar en su camino. Alejada de su familia, con razón, encuentra en ese crisol de razas de la inmigración, una razón por la que vivir y luchar, sin dejar de lado sus aspiraciones personales. Gran trabajo en toda la serie. Al igual que Cepeda, ternura y carácter.
Caterina Murino. La pianista judeo francesa que conmueve a uno de los protagonistas (no spoiler) también tiene un rol preponderante en la serie. Sobresaliente.
Bárbara Goenaga. En su rol de Felisa, hermana del atormentado Andrés Olaya, borda un personaje femenino que es una tormenta de pasión por la vida, que ha pasado, a pesar de su juventud, por todos los sinsabores que la vida puede deparar. Ya no es Goenaga, es Felisa, la anarquista sobreviviente, que va para adelante como una topadora. Otro punto alto.
Claudia Fontán, Pilar Punzano, Carlos Kaspar, Valeria Bertuccelli, El Gran Wyoming, Mariano Bertolini, Silvia Abascal, Rubén Ochandiano, y la breve pero gran presencia de José Luis López Vázquez en el capítulo final (creo que fue su último papel antes de morir, en 2009), forman parte de un elenco que nunca decepciona. Hay breves apariciones de Gustavo Garzón y Coco Silly, para quienes somos rioplatenses, disfrutables.
Sólo queda agradecer a todo el equipo que hizo posible esta gran serie, en la que el talento desborda y el compromiso con el espectador salta a la vista desde el minuto uno.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Amor
Felisa. La hermana de Andrés es un torbellino que está presente en casi todos los momentos importantes de la historia. Una mujer que vivió los peores horrores, que vio morir a su familia a manos del fascismo, que pudo escapar milagrosamente de la muerte, apenas pide para ella un minuto de amor de ese hombre del que se enamora, el mismo que no puede reconocer que esa mujer es la elección correcta, y termina sacrificando su vida para no tener que elegir. Felisa es el sostén de Andrés, de sus sobrinos, de todo aque que lo necesita, y, coherente, la última decisión es la más solidaria, ayudar allí donde los olvidados sólo esperan una caricia contenedora.
Amor II
La química que se establece entre Pablo Rago (Juliusz) y Giulia Michelini (Gemma) es mágica. Un amor tan intenso como el que viven estos dos seres, abandonados y empujados al abismo por la barbarie y la persecusión, es conmovedor. Las dificultades del hombre maduro para expresar ese sentimiento hacia una joven de apenas 17 años, son sorteadas por el desparpajo de la joven, que tiene una edad en el documento, pero varias vidas vividas en el cuerpo y el alma. Ambos protagonistas aportan muchísimo en la historia, y el final trágico hace que aflore alguna lágrima en el espectador. Hasta en eso Campanella nos suaviza el cachetazo, para que veamos felicidad aunque adivinemos dolor.
Sacrificio
Ernesto Alterio compone un personaje riquísimo (Andrés joven), y lo dota de expresiones que parecen incomprensibles, pero que están al servicio del personaje. Son gestos, miradas, que nos muestran a un hombre temperamental, sufrido, que parece no alcanzar nunca la plena felicidad, y que siempre está condenado a un dolor mayor. No hay momento de su actuación en la que no sintamos compasión por su incapacidad para expresar los sentimientos.
El final está de acuerdo con la historia que nos vienen contando desde el primer minuto. Cuando Andrés y su hijo, Ernesto, se sientan en el cementerio, frente a la lápida de José, y el veterano le dice, por fin: "Vení, hijo, voy a contarte una historia", es el verdadero comienzo de la serie. Es quitarse la mochila de los hombros, permitir que el relato fluya, que haya herederos para ese relato (el pequeño nieto, por ejemplo), que no desaparezca el precioso rastro de la vida.
Hay que darle una oportunidad a esta joya. No se la pierdan.
Felisa. La hermana de Andrés es un torbellino que está presente en casi todos los momentos importantes de la historia. Una mujer que vivió los peores horrores, que vio morir a su familia a manos del fascismo, que pudo escapar milagrosamente de la muerte, apenas pide para ella un minuto de amor de ese hombre del que se enamora, el mismo que no puede reconocer que esa mujer es la elección correcta, y termina sacrificando su vida para no tener que elegir. Felisa es el sostén de Andrés, de sus sobrinos, de todo aque que lo necesita, y, coherente, la última decisión es la más solidaria, ayudar allí donde los olvidados sólo esperan una caricia contenedora.
Amor II
La química que se establece entre Pablo Rago (Juliusz) y Giulia Michelini (Gemma) es mágica. Un amor tan intenso como el que viven estos dos seres, abandonados y empujados al abismo por la barbarie y la persecusión, es conmovedor. Las dificultades del hombre maduro para expresar ese sentimiento hacia una joven de apenas 17 años, son sorteadas por el desparpajo de la joven, que tiene una edad en el documento, pero varias vidas vividas en el cuerpo y el alma. Ambos protagonistas aportan muchísimo en la historia, y el final trágico hace que aflore alguna lágrima en el espectador. Hasta en eso Campanella nos suaviza el cachetazo, para que veamos felicidad aunque adivinemos dolor.
Sacrificio
Ernesto Alterio compone un personaje riquísimo (Andrés joven), y lo dota de expresiones que parecen incomprensibles, pero que están al servicio del personaje. Son gestos, miradas, que nos muestran a un hombre temperamental, sufrido, que parece no alcanzar nunca la plena felicidad, y que siempre está condenado a un dolor mayor. No hay momento de su actuación en la que no sintamos compasión por su incapacidad para expresar los sentimientos.
El final está de acuerdo con la historia que nos vienen contando desde el primer minuto. Cuando Andrés y su hijo, Ernesto, se sientan en el cementerio, frente a la lápida de José, y el veterano le dice, por fin: "Vení, hijo, voy a contarte una historia", es el verdadero comienzo de la serie. Es quitarse la mochila de los hombros, permitir que el relato fluya, que haya herederos para ese relato (el pequeño nieto, por ejemplo), que no desaparezca el precioso rastro de la vida.
Hay que darle una oportunidad a esta joya. No se la pierdan.