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Voto de Ziryab:
9
7.0
3,501
Drama
El conflicto palestino-israelí sirve de telón de fondo a este drama. Salma, una viuda palestina, tiene un litigio con el ministro de Defensa israelí. La casa de éste, en la frontera palestino-israelí, linda con su campo de limoneros. Cuando las autoridades deciden que los árboles deben ser talados porque representan una amenaza para el ministro de Defensa y su familia, Salma decide emprender una batalla legal para salvar sus limoneros. (FILMAFFINITY) [+]
11 de enero de 2009
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin recurrir a lo cruento ni salir apenas del ámbito íntimo de lo particular, Eran Riklis lleva a la pantalla el conflicto israelí-palestino con elocuencia, con delicadeza, con tacto, con inteligencia y hasta con lirismo, poniendo en evidencia las contradictorias paradojas de ambos bandos, el contradiós que se deriva de la ausencia de un mínimo sentido común, los estragos que causa la falta de diálogo, el aplastante abuso de autoridad del Estado de Israel, las luces y las sombras de su sistema judicial y la indenfensión impotente en que quedan los más humildes. Y esto son sólo algunas de las cosas que nos regala esta película maravillosa cuyo contenido, más allá de las coordenadas geográficas precisas en que se ubica la acción, se hace extensivo a todo conflicto entre vecinos (países o simplemente personas, da igual…, ahí radica el poder metafórico de la película) incapaces de sentarse a dialogar para intentar llevar a cabo una convivencia posible. Esto es lo que, en su sencillez y en su modestia, da a esta pequeña producción israelí un contenido universal e intemporal, conviertiendo casi en fábula los hechos reales en que está basada. En definitiva, toda una lección de sentido común y de buen cine.
“Los limoneros” cuenta con la baza impagable de dos firmes pilares: un guión sencillo pero sólido, que se va creciendo conforme pasan los minutos a la par que crecen la historia que cuenta y los personajes que la protagonizan, y una interpretación simplemente sublime de Hiam Abbas, de mirada y expresión inconmensurables.
Si en sí misma la película es notable, el hecho de ser paradójicamente israelita le añade un plus de grandeza que suma el punto que, para mí, la hace sencillamente sobresaliente.
“Los limoneros” cuenta con la baza impagable de dos firmes pilares: un guión sencillo pero sólido, que se va creciendo conforme pasan los minutos a la par que crecen la historia que cuenta y los personajes que la protagonizan, y una interpretación simplemente sublime de Hiam Abbas, de mirada y expresión inconmensurables.
Si en sí misma la película es notable, el hecho de ser paradójicamente israelita le añade un plus de grandeza que suma el punto que, para mí, la hace sencillamente sobresaliente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
No estoy de acuerdo con Zelmarux en eso de que falta sentido del humor. De hecho, creo que es justo todo lo contrario. Hay un humor explícito que hasta podría parecer fuera de tono si no fuera porque la película huye del discurso fácil, victimista o estereotipado, y me refiero a las lecciones que escucha por radio el joven de la garita, la obsesión del abogado con olerse los dedos o la omnipresencia del retrato del marido muerto en casa de Salma, detalles que son presentados adrede con un trazo grotesco que ayuda a desdramatizar la película por unos segundos.
Por lo demás, hay varios momentos memorables. Fritzlang ya ha mencionado uno de ellos. Yo en particular me quedo con el momento en que el ministro necesita unos limones y ordena a sus fuerzas de seguridad que los cojan de la casa de Salma; entonces ella acude a forcejear y, arrebatada por la impotencia, la indignación y la rabia, se los tira al ministro a través de la valla, hasta que cae en la cuenta de que no lleva puesto el velo y, con toda la dignidad de que carece el ministro, se quita el delantal, se cubre con él la cabeza y se marcha…, herida en lo más hondo de su amor propio pero con la dignidad entera.
Por lo demás, hay varios momentos memorables. Fritzlang ya ha mencionado uno de ellos. Yo en particular me quedo con el momento en que el ministro necesita unos limones y ordena a sus fuerzas de seguridad que los cojan de la casa de Salma; entonces ella acude a forcejear y, arrebatada por la impotencia, la indignación y la rabia, se los tira al ministro a través de la valla, hasta que cae en la cuenta de que no lleva puesto el velo y, con toda la dignidad de que carece el ministro, se quita el delantal, se cubre con él la cabeza y se marcha…, herida en lo más hondo de su amor propio pero con la dignidad entera.