Otra película notable de Berlanga, en la que a las fuerzas vivas de un pueblo, queriendo recuperar los días de esplendor, no se les ocurre otra cosa que inventarse la aparición divina del patrono, San Dimas. Entre situaciones hilarantes, cuando no rocambolescas, vuelve el director a mezclar el costumbrismo y la sátira político-social para mostrarnos a pequeña escala lo que los ciudadanos ya hemos desgraciadamente asumido en más altas esferas de poder: que somos meras marionetas para la consecución de las metas que otros se proponen. Una obra ilustrativa también de la idiosincrasia del español, aderezada con un grato componente de espiritualidad en su desenlace que ojalá sirviera de enseñanza a algunos mandamases.