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Voto de Reverendo Wilson:
4
3.6
405
Terror
Cinco amigos están pasando unos días de vacaciones en una cabaña en el bosque cuando se enteran de la existencia de un virus que convierte en caníbales a sus portadores. Remake de la película homónima estrenada en 2002. (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho se ha hablado de la incomprensión ante la existencia de una nueva versión que pretende revisitar la fórmula de una película cuyo contexto, venido de la devoción al cine de terror transgresor de los 70 por parte de un pasional director como Roth, funciona a día de hoy. Cabin Fever planteó en aquel 2002 una premisa basada en varios puntos de partida clásicos del género: la cabaña solitaria en medio del bosque como epicentro del terror, las muertes consecutivas de una serie de jóvenes urbanitas en un inhóspito terreno rural, y un terror que apoyándose en una serie de grotescas escenas de impacto (amparadas en una enfermedad que arranca literalmente la piel de quien la padece) proponía una ambientación fétida y demente en un frondoso bosque que se infecta paulatinamente de una mórbida atmósfera enrarecida. El desconocido realizador Travis Zariwny parte, con ligeras variaciones, del guión del film original escrito por Eli Roth y Randy Pearlstein, lo que provoca que lógicamente se repitan todas y cada una de las escenas ya vistas.Quizá este sea el punto de partida fallido de la película que, aunque era algo que ya se conocía, deja a la luz la clara coyuntura del por qué este remake no funciona: ambas películas parten de los mismos elementos de acción, pero las diferencias son claras naciendo de la sapiencia e inteligencia con la que se trata la idea principal. La Cabin Fever original era en su esencia una historia simple, pero con una efectividad amparada en el buen manejo de sus tópicos y una sentida devoción por un tipo de terror que ha de traspasar lo puramente físico. Quizá por pertenecer a una serie de cineastas que parecen anteponer su condición de cinéfilo a la de director, lo cierto es que Roth demostró en su ópera prima unos planteamientos que en su día intentaron retornar ese horror visceral de décadas pasadas, algo que en este remake no está presente en favor de unas maneras mucho más vulgares y poco efectivas.
En este nuevo Cabin Fever se repiten los planteamientos de todas las escenas de la original, aunque todo parezca trazado con una llana superficialidad. Quien se conozca al dedillo el film de Eli Roth no encontrará ningún tipo de aportación o disfrute en la versión de Zariwny, que repite con mucha menos gracia sus clichés y subterfugios, pero sin un mínimo de interés por aportar algo diferente y cayendo en un cansino síntoma de insulsa repetición. Si ya se veía incomprensible el mero hecho de hacer un remake de una película tan reciente y que aún es válida en su papel dentro del horror moderno, menos aún se entiende que esta exégesis se base en la copia simplista e ingenua. Por supuesto, en este Cabin Fever tampoco se verán dos elementos que Roth tan bien supo trazar y que engrandecieron enormemente su propuesta: la ya citada densidad atmosférica, que insuflaba de una ambientación malsana y opresora (que además crecía a medida que la enfermedad cutánea hacía un mayor acto de presencia en los personajes) elevando al terror rural a una dimensión digna de un horror de lo corpóreo con efluvios del más retorcido David Cronenberg; tampoco la relación entre los personajes destila aquí esa mezquindad y parco sentido de la amistad que los protagonistas del Cabin Fever de Eli Roth sentían entre sí, capaces de aniquilar cualquier atisbo de protección hacia sus compañeros con tal de salvar el pellejo, y nunca mejor dicho. En resumen, la película de Travis Zariwny carece de ningún tipo de entidad escénica que la saque más allá de un direct to video de manual, donde son pocos los aciertos que la puedan distanciar de su concepción modesta.
Realmente lo más achacable es que la insustancialidad de esta propuesta contagia muchas dimensiones de la película: los personajes resultan absolutamente superficiales, pobres monigotes sobre los que insuflar el horror físico de la enfermedad. Realmente, Roth creó sus personajes bajo una diatriba similar, acercándolos a los estereotipos más manidos del género, pero bajo un punto de vista sarcástico que provocó que sus vicisitudes en la historia cuajasen en el espectador diferentes emotividades. Las interpretaciones tampoco ayudan en nada a meterse en la película, en una devaluación de lo puramente artístico que se transmite a otros campos: la fotografía impide que las localizaciones rurales se lleguen a aprovechar (este componente escénico es un elemento primordial a la hora de dar empaque a una historia de terror de estas características), la música es una tradicional e impersonal partitura rimbombante de poca efectividad (ni de lejos se consiguen aquellos grandilocuentes parajes musicales en base al talento de la dupla de Nathan Barr y Angelo Badalamenti, o, ya puestos a mencionar, el rescate de parte del soundtrack de La última casa a la izquierda como ocurría en el film de Roth) y la dirección de Zariwny, que también se ve incapaz de dar el golpe de efecto esperado, carece de ningún tipo de sentido hacia el terror. Hay una planteamiento escénico que se puede citar para equiparar ambas versiones: la cabaña original, una modesta ubicación semi-abandonada que hace recordar al instante el toque creepy de la casa vista en un clásico del género como Posesión Infernal, es sustituida aquí por un grandilocuente caserón modernista en medio del bosque cuyo peso visual en la trama es nulo.
(Continúa en Spoiler, pero sin desvelar nada)
En este nuevo Cabin Fever se repiten los planteamientos de todas las escenas de la original, aunque todo parezca trazado con una llana superficialidad. Quien se conozca al dedillo el film de Eli Roth no encontrará ningún tipo de aportación o disfrute en la versión de Zariwny, que repite con mucha menos gracia sus clichés y subterfugios, pero sin un mínimo de interés por aportar algo diferente y cayendo en un cansino síntoma de insulsa repetición. Si ya se veía incomprensible el mero hecho de hacer un remake de una película tan reciente y que aún es válida en su papel dentro del horror moderno, menos aún se entiende que esta exégesis se base en la copia simplista e ingenua. Por supuesto, en este Cabin Fever tampoco se verán dos elementos que Roth tan bien supo trazar y que engrandecieron enormemente su propuesta: la ya citada densidad atmosférica, que insuflaba de una ambientación malsana y opresora (que además crecía a medida que la enfermedad cutánea hacía un mayor acto de presencia en los personajes) elevando al terror rural a una dimensión digna de un horror de lo corpóreo con efluvios del más retorcido David Cronenberg; tampoco la relación entre los personajes destila aquí esa mezquindad y parco sentido de la amistad que los protagonistas del Cabin Fever de Eli Roth sentían entre sí, capaces de aniquilar cualquier atisbo de protección hacia sus compañeros con tal de salvar el pellejo, y nunca mejor dicho. En resumen, la película de Travis Zariwny carece de ningún tipo de entidad escénica que la saque más allá de un direct to video de manual, donde son pocos los aciertos que la puedan distanciar de su concepción modesta.
Realmente lo más achacable es que la insustancialidad de esta propuesta contagia muchas dimensiones de la película: los personajes resultan absolutamente superficiales, pobres monigotes sobre los que insuflar el horror físico de la enfermedad. Realmente, Roth creó sus personajes bajo una diatriba similar, acercándolos a los estereotipos más manidos del género, pero bajo un punto de vista sarcástico que provocó que sus vicisitudes en la historia cuajasen en el espectador diferentes emotividades. Las interpretaciones tampoco ayudan en nada a meterse en la película, en una devaluación de lo puramente artístico que se transmite a otros campos: la fotografía impide que las localizaciones rurales se lleguen a aprovechar (este componente escénico es un elemento primordial a la hora de dar empaque a una historia de terror de estas características), la música es una tradicional e impersonal partitura rimbombante de poca efectividad (ni de lejos se consiguen aquellos grandilocuentes parajes musicales en base al talento de la dupla de Nathan Barr y Angelo Badalamenti, o, ya puestos a mencionar, el rescate de parte del soundtrack de La última casa a la izquierda como ocurría en el film de Roth) y la dirección de Zariwny, que también se ve incapaz de dar el golpe de efecto esperado, carece de ningún tipo de sentido hacia el terror. Hay una planteamiento escénico que se puede citar para equiparar ambas versiones: la cabaña original, una modesta ubicación semi-abandonada que hace recordar al instante el toque creepy de la casa vista en un clásico del género como Posesión Infernal, es sustituida aquí por un grandilocuente caserón modernista en medio del bosque cuyo peso visual en la trama es nulo.
(Continúa en Spoiler, pero sin desvelar nada)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Escarbando de manera algo profunda, sí se puede encontrar algún detalle remarcable en esta Cabin Fever: el personaje del policía bufonesco del film de Eli Roth, Winston (interpretado tanto en la primera como en la segunda parte por un semi-desconocido Giuseppe Andrews), que aportaba una réplica cómica al film y cuyo rol en este remake ve revertido su sexo en mujer, es convertido en una explosiva agente de la ley interpretada por la rubísima Louise Linton. Realmente el contrapunto femenino hacia el personaje no desentona del todo y podría haber dotado al film del encanto de la figura femenina dentro del terror, pero lamentablemente Zariwny no sabe sacar más de un personaje que ya viene desaprovechado del guión. El otro punto destacable es el sello de las escenas violentas, que aunque no lleguen al grotescto Grand Guignol impuesto por Roth sí que se convierten en los momentos más destacables y fascinantes del film. Es precisamente una de las muertes, donde uno de los personajes pide ser ejecutado en su agonía, una secuencia que sorprende por conseguir cierto impacto dramático, la única escena que pasará al recuerdo de este subproducto.
Como era de esperar, este Cabin Fever pasará a ser uno de esos remakes que en el aficionado al género producirá un inmediato olvido. Una propuesta insustancial y superflua, que se atreve a repetir de manera vacía y redundante los esquemas de un producto que por méritos propios ha conseguido su huella en el moderno cine de terror, fallando de manera estrepitosa en la repetición de unos planteamientos que tan bien habían funcionado en otras manos. Solamente se recomienda su visionado como mera curiosidad sí se tienen muchas simpatías por el film original, para que aún queden más patentes las sentidas intenciones de Eli Roth en su ópera prima: un terror intenso y visceral que convierte lo repugnante en fascinación, algo que, lamentablemente, en esta nueva versión brilla por su ausencia.
http://elgabinetedelreverendowilson.wordpress.com/
Como era de esperar, este Cabin Fever pasará a ser uno de esos remakes que en el aficionado al género producirá un inmediato olvido. Una propuesta insustancial y superflua, que se atreve a repetir de manera vacía y redundante los esquemas de un producto que por méritos propios ha conseguido su huella en el moderno cine de terror, fallando de manera estrepitosa en la repetición de unos planteamientos que tan bien habían funcionado en otras manos. Solamente se recomienda su visionado como mera curiosidad sí se tienen muchas simpatías por el film original, para que aún queden más patentes las sentidas intenciones de Eli Roth en su ópera prima: un terror intenso y visceral que convierte lo repugnante en fascinación, algo que, lamentablemente, en esta nueva versión brilla por su ausencia.
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