Una producción catalana rodada en Noruega titulada “The Frost” (“La escarcha”) no es que fuera un despropósito, porque habría que verla entera para poder calificarla así (y yo, como el 30% del público, duré cuarenta minutos), sino que ni siquiera tiene algún aspecto digno de comentar. Bueno sí, que cada tres planos haya un fundido encadenado de cinco segundos y los tics en los hombros de Tristán Ulloa en sus “memorables” apariciones.