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España España · Zaragoza
Voto de Paco Ortega:
9
Comedia. Drama Don Rafael Costa, embajador de Miranda, y el matrimonio Thévenot están invitados a cenar en casa del matrimonio Sénechal, pero a causa de un malentendido tienen que ir a un restaurante. Cuando llegan, no pueden cenar porque el dueño del lugar ha muerto. A partir de ese momento, las reuniones de este selecto grupo de burgueses se verán siempre interrumpidas por las circunstancias más extrañas, algunas reales y otras fruto de su imaginación. (FILMAFFINITY) [+]
23 de marzo de 2009
48 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer y único Oscar para Luis Buñuel. Yo creo que se reconocía de este modo toda una trayectoria. La de alguien que había sabido convertir en arte un mundo personal de obsesiones, de leves certezas y de grandes dudas acerca de la vida, del sentido mismo de la existencia, de las relaciones humanas en ese movedizo territorio de apariencias y reflejos entre el sueño y eso otro que llamamos realidad. Y todo ese caudal llevado al cine, que, a su vez, tiene sus propias reglas de juego.

“El discreto encanto de la burguesía” tal vez no sea la mejor película de un hombre que tuvo que atravesar un desierto hasta llegar aquí, pero sí una película en donde el conjunto armoniza y afina como una orquesta que suena sencillamente bien. Que para llegar vivo tuvo que aprender un oficio, tragar con carros y carretas, amoldarse a las condiciones espirituales y materiales de un exilio interior y exterior, y sobrevivir. La trayectoria de un corredor de fondo, de un resistente. Como la de los personajes de la película, que no se sabe exactamente a dónde van, pero que van ahí, que llegan a un punto.

La diferencia más notable es que éstos, a diferencia del iconoclasta aragonés, no pueden comer en paz, porque justamente la paz es el único don del que carecen. Tienen dinero, sus mujeres son hermosas, controlan las vidas de los demás, salen triunfantes de todos los problemas, pero no pueden comer. Como aquel funcionario que en “La fiebre sube al Pao” no podía beber, o como los burgueses apresados en “El ángel exterminador”, que no podían salir estúpidamente de aquel encierro absurdo. Los que tienen todo, siempre les falta lo que más quieren.

Magníficos actores, la mayoría de ellos cómplices de las ideas descreídas del maestro. Fernando Rey luce el mismo palmito que en “Tristana”, pero convertido ahora en cónsul de una república bananera. Michel Piccoli fugazmente convertido en ministro salvador de burgueses en apuros, etc. Sin esta complicidad en el humor y las no creencias (sic) sería imposible empastar el trabajo de actores procedentes de escuelas y experiencias diferentes.

Y Jean Claude Carriére, claro. A estas alturas, imprescindible. Cose como nadie las ideas de Buñuel. Las elabora y las escribe. Da forma al disparate, le pone contornos a la inmensidad de lo imaginado. Sin él Buñuel hubiera sido otro.

Esta película supone un punto de llegada. Es la síntesis perfecta entre la realidad y el deseo, entre lo que se nos quería decir en aquel lejano y tonificante “perro andaluz” y la perfecta envoltura de algunos títulos mexicanos
Paco Ortega
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