No es una de las mejores películas de Sonia Bruno, la actriz con más poder de sugestión que ha tenido el cine español en general. La película es un producto cien por cien comercial y en nada de esta obra se reconocen las virtudes que convirtieron a Rafael Gil es un cineasta respetado especialmente durante los años 40. Se limitó a darle una oportunidad de lucimiento al desaparecido Pedro Carrasco, pero dentro de un anodino estilo de realización. Hay una breve aparición de María Martín, la vampiresa por excelencia del cine español añejo que acabó participando en films alejados del decoro de los primeros tiempos. Patricia Nigel tuvo una carrera breve en la pantalla, y resulta simpática en el papel. Supuso "El marino de los puños de oro" el verdadero comienzo de la decadencia artística de Rafael Gil puesto que la estética de la película no puede ser más simple, y la parte romántica es tópica y vulgar, sosteniéndose todo a base de anécdotas que no reservan ninguna sorpresa. En fin que resulta inútil intentar analizar algo de un film tan plano. Obra apta sólo para espectadores muy poco exigentes. La experiencia adquirida anteriormente por Rafael Gil no le sirvió de mucho para esta obra impropia de un cineasta veterano entonces y capacitado además como era él.