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Voto de Sr Mandarina:
6
Drama. Comedia En su segunda película sonora, Hitchcok adapta una conocida obra de Sean O'Casey acerca de una familia irlandesa que recibe una importante herencia y se ve corrompida por la riqueza. (FILMAFFINITY)
17 de mayo de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta temprana realización de Hitchcock, un maestro en potencia adapta la obra homónima estrenada 6 años atrás en el Abbey Theatre de Dublín, justo al fin de la Guerra civil irlandesa. En ella aparecen continuas muestras de un exacerbado nacionalismo, comprensible y entrañable en su contexto. Los actores son, en gran parte, los mismos que participaron en la obra teatral, lo que justifica su carácter en escena. Planos continuos sin pausas ni cortes, con un buen número de actores compartiendo secuencia y sin perder la compostura ante la cámara, ese testigo que les hizo pasar a la historia hasta día de hoy, y que les abrió unas puertas rechinantes aunque nuevamente barnizadas al pionero mundo del cine sonoro. Hitchcock explota el plano americano, forjándose una personalidad ajena al exceso de primeros planos que saturaron el cine mudo, pues no había voz que expresara emociones. Así, no debe parecer que se abuse de gesticulación, ya que en relación a sus antecedentes es un filme rompedor y bien distinto. El maestro se renovó, y dejó morir a aquellos inválidos que con recelo miraban el desarrollo.

Temáticamente, no hay nada nuevo. Una demostración de buen teatro en un turbio periodo de entreguerras, que no podía ofrecer más que el previsible melodrama del que somos testigos. Aquel oasis que por fortuna y azar se levanta en medio del desierto y que, como es de esperar, termina siendo un espejismo. Sin embargo, no deja de atraer la clara narración y caracterización de los personajes en un sencillo decorado, cuya moralidad se pervierte al mismo tiempo que sus principios se derriten. Al final, la moraleja es un ingrediente más y punto, de ese pastel que todos queremos, pero que ni egoísmo ni piedad nos otorgarán. Ni siquiera honestidad.
Sr Mandarina
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