El sentir humanista de Chaplin representado en las andanzas de un pobre y solitario personaje de singular indumentaria (elegancia desgastada por la miseria) en busca de éxito amoroso y de mejores condiciones vitales, está inmejorablemente expuesto en esta excepcional tragicomedia aventurera acontecida en las heladas tierras de Alaska.

La asociación entre imaginativo slapstick y un pesar melancólico de desencanto existencial resulta verdaderamente maravillosa, con escenas inmortales como la de la danza con los panecillos, las situaciones en el salón de baile, la cena compartida con Mack Swain con su bota como único y exquisito manjar, o la cabaña que se tambalea al borde del precipicio. Todos ellos son sólo algunos de los momentos inolvidables que forman parte de esta obra maestra imperecedera, un título esencial en la historia del cine a cargo de uno de sus más grandes e indiscutibles genios.