Adaptación por parte de Alfred Hitchcock de una obra teatral de Paul Anthelme en la que el orondo director conecta dos temas habituales a lo largo de su obra: el falso culpable y el individuo alejado de situaciones criminales que ve alterada su vida cotidiana de manera azarosa.

La desazón del personaje central, incorporado por el malogrado Montgomery Clift (uno de los mejores y más influyentes intérpretes de su generación), está expuesta de manera extraordinaria por Hitchcock, eludiendo aspectos superfluos tanto en diálogos como en imagen para centrarse en cualquier detalle (gestos, miradas, objetos...) que alimente el misterio, la tensión dramática y el suspense.

El maestro británico juega inteligentemente la baza del secreto de confesión para conformar con eficiencia esta notable combinación de intriga policial y drama psicológico, carente sin embargo del habitual humor negro que impregna casi toda la obra hitchcockiana.