Bien pensado, esta película muestra a la perfección lo que el genio es para los mediocres o, mejor dicho, el prisma con el que la plebe mediocre deforma necesariamente al genio. Lo ven como un chalado, irreverente y díscolo pero al fin y al cabo divertido al que, al fin y al cabo, y pasado el suficiente tiempo, no pueden no rendir pleitesía de alguna manera. Pues no hacía ninguna falta, la verdad. Yo me los imagino más bien entorpeciendo de todas las maneras posibles al bueno de Mozart, de haber sido contemporáneos suyos.

El que un tipejo con un historial como el suyo, Milos Forman, adapte la obra de otro autorcillo teatral de cuarta fila (encumbrado por ser del pueblo elegido, supongo yo) ratifica, al menos para mí, este esperpento.

Lo único bueno, la música. Y eso se lo deben al «homenajeado».