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Voto de Adrián Esbilla:
5
Romance. Drama. Ciencia ficción Un hombre (Hugh Jackman) realiza dos viajes: uno al pasado, a la España del siglo XVI, y otro al futuro, al siglo XXVI. Su objetivo es salvar la vida de su esposa enferma de cáncer, pero para ello tendrá que encontrar el legendario árbol de la vida cuya savia proporciona la inmortalidad. (FILMAFFINITY)
6 de febrero de 2009
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un intento realmente interesante e incluso admirable en su vocación suicida pero en ningún modo una buena película. Exploración "new age" sobre los límites de la muerte y la persistencia del amor con un envoltorio a ratos arrebatador y de una belleza irrealista difícilmente descriptible (ese trampantojo del cuadro y el pasillo abovedado, la recepción de la reina al conquistador, de influjo prerrafaelita y que parece dibujada por Charles Vess con ese enrejado de flores que se interpone en la visión del espectador, la espada llameante, etc...) a ratos inconcebiblemente hortera y autoconvencido hasta el hartazgo (toda esa parte final de un arrebato misticoide de difícil digestión y estética desmelenada) pero siempre intrigante y tan seductor como molesto. De un simbolismo penetrante y machaconamente metafórica (con un sistema narrativo basado en la reverberación de unos planos espacio/sensoriales en otros y un tiempo mental de influencia "tarkovskiana"). Entre la ciencia-ficción lisérgica herencia del gran guionista de cómics Grant Morrison (del que toma también esa mezcolanza religiosa chamánico-cíclica) y el delirio poetizante y trascendestalista para adornar una sencilla historia de dolor y pérdida. El trabajo visual brilla cuándo se remite a las maneras de diferentes dibujantes (Kaluta, Windsor-Smith, Zulli) o al reflejar un presente puramente abstracto (aunque patina en el abuso del primer plano cerrado y de ese cenital grandilocuente y repetitivo con el que pretende reflejar la mirada desde otro lugar de la consciencia) y resulta farragoso y amazacotado donde abusa de los efectos digitales, la música es particularmente horrible y los actores apuntalan el entramado con una entrega y convicción que se agradece. Está claro que Aronofsky quiere decir algo presumiblemente profundo pero no queda claro que sepa exactamente el que, aún así el viaje no desagrada aunque por momentos irrite.
Adrián Esbilla
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