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Cuba Cuba · Guanabacoa
Voto de Kingo:
2
Serie de TV. Comedia. Infantil. Aventuras Serie de TV (1969). 13 episodios. Pippi es una niña de nueve años, con largas coletas y espíritu libre a la que le suceden mil y una aventuras. Vive sola en su casa llamada Villa Kunterbunt, pues es huérfana de madre y su padre es un pirata rey de los congoleses. A Pippi, dotada de una fuerza sobrehumana, la acompañan sus inconfundibles trenzas pelirrojas, su caballo de lunares llamado Pequeño Tío y el Sr. Nilsson, su mono tití. Sus ... [+]
7 de marzo de 2007
48 de 107 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hace mucho estaba en un bar, acompañado de una cerveza y de algunos viejos amigos y conocidos, y a uno se le ocurrió sacar el tema de qué programa de la tele de nuestra infancia se recordaba como el más odioso.
Uno citó el mundo de la música, un execrable concurso en el que unos empollones dirigían una orquesta (siempre bajo la atenta mirada del maestro Garcia Asensio, y siempre con el mismo fragmento de Mozart), en el que el generoso premio era una birriosa batuta. Un cacho de palo, vaya.
Otro sacó de la naftalina de la memoria la bolsa de los refranes, un programa en el que un tipo obeso pegaba un soberano coñazo sobre la lengua castellana, y que resultaba ser un concurso (aunque ninguno de los presentes supo recordar que premio había).
Yo recordé, sin dudar un momento, a la infumable Pippi con su estética Agatha Ruiz de la Prada, su maleta llena de doblones de oro, su asqueroso mono, y sus dos únicos amiguitos que a buen seguro de mayores se hicieron de alguna secta.
Entre la niebla del recuerdo me llegaron imágenes imprecisas del bodrio y, curiosamente, se me reprodujo en el cerebro la delirante sintonía de la serie con una claridad absoluta (su papá es un capitán que vive en Takatuka....)
Recordé, en blanco y negro, un caballo con topos pintados, una niña insoportable que no demostraba ningún respeto por los mayores y que hacía lo que le salía de las narices (muy educativo, si), y otra vez al par de amiguitos medio mongos.
Las caras risueñas de los amiguitos (Tomy y Anika, si no recuerdo mal), la niña de las trenzas imposibles, y la puñetera canción resonandome una y otra vez en el seso, comenzaron a ponerme histérico. Asi que, para olvidar cuanto antes y que nadie removiese aún más el lacerante tema, contesté que mi programa más odiado era la mansión de los Plaff. Que también tenía su tela. Tras eso, me levanté de la mesa, me fuí al servicio, y me lavé la cara en el labavo, sin dejar de mirar en el espejo que detrás de mí no estuviesen ni la niñata repelente ni los amiguitos mongoloides, y repitiéndome una y otra vez que aquello no fué más que una pesadilla.
Kingo
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