En esta nueva película dirigida por el británico Simon Curtis, surgido del teatro y quien anteriormente dio que hablar con su ópera prima, "Mi semana con Marilyn", nuevamente inspirado en personajes y sucesos reales, el realizador cuenta la historia de Maria Altmann, una octogenaria de origen judío residente en Estados Unidos desde que dejara su Austria natal por la persecución nazi en la Segunda Guerra Mundial, quien apoyada por un joven abogado emprenderá una cruzada legal en los años 90: recuperar los valiosos cuadros de Gustav Klimt que el Tercer Reich le arrebató a su familia, incluyendo el retrato que el célebre pintor austriaco hiciera de su querida tía, Adele Bloch-Bauer. El problema era que pasado el conflicto bélico, las pinturas pasaron a formar parte de la muestra permanente de la prestigiosa galería del Palacio Belvedere de Viena, donde como dice uno de los personajes del film, son consideradas como "la Mona Lisa de Austria". Y en su cruzada, Altmann deberá incluso atreverse a lo que durante años se negó a hacer: regresar a Viena.

La interesante historia real, así como sus componentes históricos, artísticos y sentimentales, no llegan demasiado lejos en esta adaptación tan pulcra y agradable de ver como a la vez tradicional, inofensiva y predecible. Si su calculada fórmula funciona a pesar de su escaso vuelo, es sobre todo por la presencia de Helen Mirren en el rol protagónico, quien hace lo que puede con el material y aunque parece estar interpretando un rol que ya le hemos visto antes, vuelve a lucirse encarnando un personaje obstinado, divertido y sarcástico. Más de un crítico internacional señaló en su momento las semejanzas y paralelos con otro estreno reciente, "Philomena", de Stephen Frears: también estaba inspirado en hechos reales, estaba protagonizado por otra venerable actriz británica especializada en este tipo de papeles, Judi Dench, quien encarnaba a una anciana que conformaba una pareja dispareja con alguien menor que ella, y debía viajar para escarbar en un pasado que había optado por dejar atrás. Claro, Curtis no es Frears, y quizás por eso hasta ahí llegaban los parecidos.