Jean-Jacques Annaud acometió la serie desde el evidente placer que le producía, y partiendo de esa posición, algunas escenas fueron rodadas con exquisito cuidado, al permitir que asomase la esencia de los personajes a través de interpretaciones intimistas.

Kristine Froseth es el engranaje perfecto para el desarrollo de la historia, con un Patrick Dempsey acosado por una situación que desde el primer instante le supera y desborda.

La relación entre Froseth y Dempsey se construye desde ese apoyo entre ambos, donde se dan cuenta que no son tan diferentes como la jerarquía social asume. Se ayudan mutuamente, luchando, hasta que todo se desata y comienza el verdadero conflicto base de los elaborados capítulos.

Todas las series se alargan con escenas innecesarias que me producen agotamiento, para concluir en resoluciones bastante previsibles o en el caso presente, esparciendo pistas para confundir a un espectador al que intentan, le resulte inquietante llegar al final

Los últimos capítulos los vi con una ceja arqueada.