Hay películas que esconden sus defectos tras toneladas de pretensiones pseudoartísticas. Y las hay que se empeñan en empañar sus virtudes con espectáculos de pirotecnia innecesarios o concesiones comerciales inoportunas. Y las hay más transparentes que un cristal: son lo que son, no engañan a nadie, y juegan sus bazas con la honestidad del que no tiene otra opción.

"Elvira" es de estas últimas. Si por lo que sea te pones a verla sin conocer al personaje ni saber de qué va, en diez minutos está todo claro como el agua, lo que tienes por delante es una comedia ligera que basa su apuesta en un sentido del humor moderadamente pícaro, una inofensiva estética siniestro-terrorífica, unas gotas de crítica social a costa de la conservadora hipocresía de las buenas y cristianas gentes de un pueblo "normal", y un buen número de escenas concebidas con la única (y sana) intención de que la buena de Cassandra Peterson luzca tipazo embutida en vestidos de gran escote y modelitos sexys varios (ojo, sin desnudarse, ya os estáis cerrando la bragueta, marranos).

Nada más. Y nada menos.

¿Es un peliculón? Pues no. ¿Te va a cambiar la vida? Ni lo sueñes. ¿Te hará pasar un rato agradable y entretenido? Casi seguro que sí.

Tampoco pretende otra cosa.