Se ha dejado ver esta película -a la que me había resistido hasta que no hubo otro remedio que darle la oportunidad-, pero no me ha convencido en absoluto. Podría haber pasado de ella sin perder nada, y de hecho sólo me dejará el común olvido. Claro que tiene tantos ingredientes que resulta lógico y esperable que muchos la valoren positivamente a partir de algunos de ellos pero no teniendo en cuenta los muchos que seguramente debieron extraerse de la boca como si dijésemos a hurtadillas. Tan confusa es la ensalada que plasma este film, que finalmente es imposible saber lo que es, cuál es su intención, cuál el mensaje, precisamente por la incompatibilidad de los componentes del revoltijo.

Mucho se ha dicho de ella, y como todo producto confuso y abigarrado ha cultivado a partes iguales loas y condenaciones. Me uniré en esta ocasión a los detractores, apurándome a redactar esta breve evaluación por si a alguien le sirviere, antes de que en mi memoria se desencadene el sano y muy conveniente proceso destructivo que convertirá el visionado de Distrito 9 en poco más que un mal sueño.