Como dice el título de la reseña, si una película de más de dos horas y media no se vuelve pesada de ver, es que tiene algo. Como la he acabado de un tirón y no se me ha vuelto pesada, según mi modesto criterio, la he aprobado con buena nota.

La película se centra en los últimos años de la marca Gucci en manos de la familia Gucci, y más concretamente en Maurizio Gucci (Adam Driver) y la relación con su esposa Patrizia Reggiani (Lady Gaga), la cual provoca ganas de saltar a la pantalla para darle un par de guantazos por aprovechada, bellaca, pérfida y en definitiva, mala malísima.

Si como es el caso, uno no tiene idea de la vida de esta familia, la única referencia que tiene sobre ella es esta película. Por ello, no puedo juzgar si los actores son fieles a las personalidades de los personajes reales. Lo que sí sé es que los actores lo hacen muy bien.

Todos, con especial mención a Jared Leto, irreconocible en su interpretación de Paolo Gucci, una persona total y extravagantemente idiota según lo pintan en la peli, que también provoca ganas de saltar a la pantalla para darle un par de collejas por tonto tontísimo.

Es una película que se sigue con facilidad, con un argumento coherente y unos buenos diálogos, que es lo que se espera de una película en la que ya sabes que no encontrarás acción, locas aventuras, violencia o persecuciones con coches destrozándolo todo a su paso. En definitiva, una buena y amena película en la cual se explica la caída de la familia Gucci.