Terror del real, del que puede pasar a poco que alguien tenga un poco de mala idea es el objetivo principal de una película que te hace pensar en que todo es posible, y ese es a la vez su gran problema: todo parece estar justificado.

Si uno se propone realizar esta película, lo primero que debería pensar es en dar verosimilitud a toda situación que pueda plantearse. Aunque Balagueró pone todo su empeño en que esto se cumpla con una sobria dirección y un uso genial de luces y sombras, el guión tiene multitud de carencias a la hora de hacer que todo fluya, produciéndose por el camino situaciones que dificilmente se podrían dar en la vida real, esa en la que debería dar miedo. Es el mismo guión que a la vez construye un magnífico personaje como César, con aristas y recovecos de difícil comprensión. No son errores de bulto y dejan que la película prosiga, pero si uno empieza a hacerse preguntas se dará cuenta de que las cosas no siempre cuadran.

Sin embargo, este aspecto no es suficiente como para desdeñar el producto final. Ambos actores principales, en especial Tosar, realizar buenas y sólidas interpretaciones que sostienen la película. Con su camaleónica expresión capaz de generar simpatía o antipatía según se lo proponga, Tosar ha vuelto a colarse entre los nominados al premio Goya, y ya van...en fin gran actuación muy por encima del nivel general del conjunto.

Poniendo de manifiesto la extrema fragilidad que tiene nuestra intimidad, tan infravalorada actualmente, se construye este relato de terror que podría estar firmado por el mismísimo Hitchcock, eso sí, sin tanto artificio y con mucho más oficio.