“Las Brujas (de Roald Dahl)” nos permite comprobar que hay pocos remakes que superen, incluso que igualen, a las películas originales. No tiene nada de malo intentarlo y, como en este caso, a veces se realizan películas dignas, pero por lo general conlleva un riesgo elevado.

Poco importa si esta película es producto de la escasez de nuevas ideas o si es debido a la ausencia de grandes películas de estreno, esta película ha encontrado su hueco en nuestra cartelera. Es una película para todos los públicos, y así se nota en todo momento. Su historia, su narración, sus diálogos… todo es bastante inofensivo y no hay nada fuera de lugar. En ese aspecto se echa de menos una mayor profundidad en el argumento, un tratamiento algo más oscuro en algunos aspectos.

La película no ha seguido el ejemplo de las películas de animación que nos ofrece Disney en la actualidad, en las que las secuencias vistosas dirigidas a los más pequeños se mezclan con una lectura mucho más adulta de su argumento. Zemeckis esquiva esta posibilidad y recurre a los efectos visuales para dar a la película sus secuencias más jugosas. Demasiados efectos para una película que pretende tener autonomía propia y no provocar que el público recuerde el original constantemente. La presencia de Spencer le da empaque, pero lo relevante es la interpretación de Hathaway, tan excesiva como cabría esperar, destaca siempre que aparece en pantalla y será, una vez que pase el tiempo, lo único que recordemos.

A pesar de todo esto, la película es una entretenida aventura que se ve con agrado, con algunas secuencias divertidas, como la parte en la que las brujas se desmelenan. Ahí también se nota, para bien, la mano de Zemeckis, director que demuestra oficio suficiente como para que esto no se le vaya de las manos, a pesar de que no sea una de sus mejores películas.