Soy un fanático de los musicales, y no voy a decir que este me haya parecido malo ni nada por el estilo, sino diferente. El corte clásico de musical que conocemos es el de números musicales con baile y canciones. Los miserables rompe ese esquema y hace un musical al estilo Broadway: una película cantada en el que las conversaciones se convierten en versos con ritmo. Hasta ahí todo perfecto. Pero parece que Hooper se perdió en la técnica y olvidó el sentimiento. ¿Una película para llorar? Nada de eso. Es una película para impresionar, pero repito, Hooper se olvidó del sentimiento. A mi por lo menos me faltó esa chispa de emoción, un poco más de candor en las escenas más dolorosas. Pero se pierde en la técnica, una técnica que a ratos le falló. Repite lo mismo que hizo en El discurso del rey: primeros planos temblorosos innecesarios aquí. Si bien es verdad que en los números solistas es necesario centrarse en los personajes, también es importante el entorno en el que se encuentran, y eso parece que al principio lo lleva bien, pero después se olvida. Pese a todo, no sé si con su técnica o con otra cosa, la película, a pesar de durar dos horas y media, se hace ágil y no cae pesada, y a eso también ayuda el punto cómico agregado por Helena Bonham Carter y Sacha Baron Cohen.
Pero el bueno de Tom sí que acierta en una cosa: a la hora de elegir el reparto. Y es que Hathaway y Jackman brillan con luz propia. La sorpresa, para mi, fue Eddie Redmayne, que en sus solos consigue ganarse al público.
En resumen, con Los miserables Tom Hooper consigue un buen trabajo, pero no tan excelente como nos quiere hacer creer. No es de extrañar que haya críticas que la alaben y otras que la abucheen.