También recuerdo que la impresión que me ocasionó la novela fue de terror más real y palpable. La película juega con la constante ambigüedad y es sólo después de verla y repasar mentalmente las escenas cuando uno cae en la cuenta de que las cosas bien pueden no ser lo que parecen.
Miss Giddens cree ver (deslumbrada por el sol) la figura de un hombre, bien pudo ser Miles el protagonista de su visión. Es evidente que Clayton usa un adulto para representar la escena, pero lo que nosotros vemos es una aproximación a lo que Miss Giddens ve, no lo que sucede realmente. La institutriz no ve al hombre más cerca e identifica su rostro hasta justo después de haber encontrado su fotografía en el desván. Así mismo es consciente de la aparición de la antigua institutriz tras saber de su suerte y de la unión que existía entre esta y la pequeña Flora. Si se analizan los gestos de los niños y las situaciones en las que aparecen los fantasmas, se puede concluir que estos no están sino en la mente de Miss Giddens, que es la única que parece verlos, tal vez motivada por su estricta educación y por el desamparo afectivo que intuye en los pequeños.
Incluso en el instante final, Miles, que niega ver al despreciable Quint, cae fulminado por la terrible tensión a la que se ve sometido: muere de miedo.