“Casino Royale” quiere reinventar e iniciar una nueva senda en los filmes dedicados a James Bond, el espía-asesino más frío y chulo de la historia.
Envidiado hasta la muerte por la comunidad cinéfila por sus innumerables y portentosos encuentros dentro y fuera de la alcoba, que le han colocado en la lista de los más ilustres folladores con mejor gusto salidos de una pluma (o máquina de escribir/ordenador para los menos románticos).

Polvos y plumas aparte, “Casino Royale” busca las raíces para partir de cero bajo la batuta de la precuela actual de Hollywood (“Batman begins”), sin perder de vista a la competencia actual (Jason Bourne y Ethan Hunt) y se ciñe al material original: la primera novela de Ian Fleming sobre el universo Bond de homónimo título.

El resultado: la mejor de la saga desde [añade el nombre de la ultima de 007 que te encandiló], con un Bond más en la onda old school (chulo, egocéntrico a rabiar y un sexappeal arrollador); que entre disparos, explosiones, peleas, persecuciones imposibles y cansinas partidas de poker tiene tiempo para una aventura romántica (no todo van a ser polvos idílicos) que lo hace irreconocible y lo marcará de por vida.
No así a los espectadores que observaran algunas carencias: Daniel Craig cumple de sobra pero le falta aliño y más humor en sus diálogos, resulta enormemente alargada para potenciar el romanticismo/espectáculo y la mejor y más espectacular secuencia de acción es la primera, mandando al traste un apoteósico climax final para atragantarse con las palomitas y vomitar el refresco.
Y dos errores de peso imperdonables donde no solía fallar la saga: los títulos de crédito y el tema original de Chris Cornell son bastante flojos.

Así que se agradece la actualización, que Hollywood pida consejo a reputados guionistas (Paul Haggis) para maquillar los guiones y que demuestre, como los dos filmes sobre Jason Bourne, que un espectáculo de acción no tiene porqué ser estúpido como marca las ultimas ecuaciones y tendencias al otro lado del charco.

Y si alguien se pregunta a qué es debido el título de la crítica, busquen en la fantasmagórica palidez del rostro y la vejez (demasiada bien llevada) de la enorme Judi Dench. Aunque tal vez se deba a una de las anécdotas del rodaje: el susto que se llevó al equivocarse de habitación y entrar en la de Craig. No lo encontró haciendo costura o probándose un traje de las SS, ¡estaba como su madre lo trajo al mundo!
¿¡!?
La pobre no lo ha superado: “¡Es una monstruosidad!” gritó a los cuatros vientos a todos los periodistas avergonzada. Fue una manera coherente de superar el trauma. Los montadores y productores han debido pensar lo mismo y el pito de Craig (o pollón según la Dench) se quedó a buen recaudo y en la sala de montaje.
¿Tendrá algo que ver con todo esto el título provisional de la próxima película, “Bond 22”?