Como Paul Newman, Luis Tosar da vida a César, un portero de edificio, incapaz de ser feliz y que sólo disfruta sembrando el odio entre las personas que lo rodean y, como siempre, borda su papel. Menos afortunada en mi opinión está Marta Etura, cuya interpretación no cala.

El film se deja ver y tiene momentos interesantes, pero hay detalles que no convencen. La costumbre de la niña, por ejemplo. Una niña de 10 u 11 años que se levante todos los días de madrugada para ver por la mirilla si su vecino entra o no en casa de su vecina, se mire por donde se mire, no encaja. Cinematográficamente hablando, la obsesión de César con Clara es más "asumible" que la obsesión de la niña. De hecho, el personaje de Tosar recuerda, salvando las distancias, al del enfermero Javier Cámara en "Hable con ella" de Almodóvar, cada uno en su estilo. Las conversaciones con la madre también están fuera de lugar. Por no hablar de la escena del "suicidio" saltando de lo alto del edificio, que recuerda al chiste aquel del tío que intentó suicidarse y casi se mata.

En fin, un film que se deja ver y en el que Balagueró introduce varios elementos efectistas, pero más que un aire a Polanski, como he leído por ahí, tiene un leve tufillo y no aspira a ser más que eso.

Quizá se merecía más nota y una crítica más positiva, que puede ser, pero además cuando fui a verla violé una de las reglas de hora del Séptimo Arte: No ir al cine a las sesiones del sábado o domingo por la tarde, siempre habrá algún grupo adolescentes con las hormonas en eclosión, que te joderán la película con sus risitas estúpidas, sus comentarios chirriantes y sus tonterías varias. Así que salí del cine con ganas de matar a alguien y por eso no guardo un grato recuerdo del film. Craso error.