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España España · Oviedo
Voto de Gould:
10
Thriller. Cine negro Una noche, en los barrios bajos de Nueva Orleáns, el rufián Blackie y sus amigos matan a un inmigrante que les había ganado jugando al póker. A la mañana siguiente, el doctor Clint Reed del Servicio de Salud Pública confirma que el muerto tenía la peste neumónica. Para evitar una epidemia que tendría efectos catastróficos, Clint y el capitán de policía Tom Warren tratan de encontrar y aislar a los asesinos. La operación se lleva a cabo ... [+]
18 de junio de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que no es de las mejores o, al menos, no es de las más ambiciosas películas de Elia Kazan, algo constreñido por el marco de la productora –y por las dificultades que tuvo con la censura- pero desde la primera vez que la vi de pequeño siento debilidad por esta soberbia maravilla.

Será por la inicial música de Alfred Newman que nos pone a tono desde los primeros compases, o por el excelente guion basado en una historia original de Edna y Edward Anhalt, ganadores de un Oscar, o por el fenomenal trabajo de Jack Palance –digamos mejor, su impresionante debut en el cine- junto a los ya asentados Richard Widmarck, Paul Douglas, Barbara Bel Geddes o Zero Mostel, qué se yo o, posiblemente, por el modo en el que muestra las relaciones entre personajes como si fuesen opuestos, Palance frente a Mostel y, sobre todo, el doctor frente al policía, verdadero duelo interpretativo y uno de los muchos atractivos de la película.

Kazan consigue una mezcla perfecta de cine negro y cine de suspense. Todo es eficaz en ella: su prodigiosa progresión dramática, con un ritmo implacable, a veces frenético, la constante lección cinematográfica en los encuadres y en la profundidad de campo. La película es, además, una excusa para mostrar el otro lado de la noche de Nueva Orleans con sus bajos fondos, la zona portuaria, la comisaria, los baretos y tugurios de mala muerte, las pensiones cochambrosas, con un admirable tono documental pero también la vida cotidiana hecha de tierna dialéctica entre Richard Widmarck y su mujer Barbara Bel Geddes, de inusual naturalidad.

En fin, lo diré sin dudar: obra maestra.
Gould
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