En la no muy inspiradora carrera del director californiano Andrew L. Stone, este supo realizar con dignidad algunos trabajos, caso de esta breve, honesta y correcta cinta de suspense y venenos, suerte de “Sospecha” hitchcockiana en versión femenina. Segunda de las dos colaboraciones del director con el excelente actor Joseph Cotten y su eterno aire apocado –la otra fue “The Steel trap” (1952, Trampa de acero), está relatada como la primera a través del recurso de la voz en off y destaca la descripción de la investigación policial, seria, realista y sin espectacularidades. La sosilla Jean Peters da vida a la ambigua madrastra sobre la que Cotten sospecha muy malas intenciones. El enrevesado final estropea un poco la buena impresión de este digno producto de cine negro.