El desconocidísimo director canadiense Fletcher Markle desarrolló su carrera profesional casi exclusivamente en el medio televisivo y solo se le conocen tres producciones para el cine de la que esta es la última que rodó. La joven Madeleine Minot llega a Nueva York desde Paris a la casa de un desengañado y furibundo anciano, abuelo de su prometido, un joven revolucionario idealista, con una carta de presentación. El anciano es cuidado por una misteriosa ama de llaves y un malencarado mayordomo que esperan la cercana muerte del caballero para quedarse con su enorme fortuna. Con un cierto tono gótico y recargado, el desfile de grandes actores sostiene esta historia, más ingeniosa que bien llevada, pese a que se deja ver con gusto y la historia original de John Dickinson Carr sea bastante atractiva aunque, por momentos, parezca un poco de novela barata y cuente con personajes simples y de un trazo pero, eso sí, con atractivos y buenos diálogos. Barbara Stanwyck como malvada ama de llaves malgasta su talento en un papel demasiado encorsetado que no le permite demostrar sus excepcionales dotes de actriz, Leslie Caron es la heroína enamorada del nieto con el que el abuelo tuvo fuertes desencuentros en el pasado, Joseph Cotten pasea su impávido rostro como escritor borrachín de palabra ligera que guarda un secreto que solo se rebelará al final mientras Louis Calhern, como el viejo Thevenet, da un verdadero recital hasta convertirse en el mayor atractivo de una película, entretenidilla y con sorpresa final que, sencillamente, se deja ver.