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Drama
La amistad entre un pastor mongol y un camionero ruso, perdido en la estepa asiática a causa de una avería, sirve de pretexto para mostrar el abismo cultural y económico entre el campo y la ciudad. (FILMAFFINITY)
18 de octubre de 2009
26 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un ritual ancestral es el punto de partida: El de la caza, en el sentido más amplio de la palabra. El cazador, armado con su Urga, trata de atrapar a su presa que huye a caballo. Algo bastante común si no fuera porque cazador y presa son marido y mujer buscando perpetuar la especie.
Así comienza la vida de un mongol estepario. Y así nos la retrata Mikhalkov, que nos introduce en la vida de una familia de pastores mediante su cámara, captando la espectacular belleza de la estepa y realzándola mediante una maravillosa flauta de pan que suena a lo largo de todo el metraje.
Nikita, nostálgico admirador de su tierra, cruza en el camino de la familia a un ex-soldado ruso, que asistirá atónito a las costumbres de Gombo, Pagma y sus hijos: El cadáver del familiar en la pradera, el sacrificio de la oveja, la cena en familia y la partitura que menos espera uno escuchar en un país tan remoto como Mongolia (en spoiler)
Pagma, mujer de ciudad, ante el apetito sexual de su marido le instará a que se acerque a la ciudad y compre preservativos. Este viaje hará que Gombo conozca el mundo paralelo que existe a su alrededor, en el que irá descubriendo con la curiosidad de un niño cosas tan mundanas como un dulce, una atracción de feria, una bicicleta o un televisor.
La película tiene detalles preciosos como el personaje de Bayartou, un borracho soñador que siempre aparece cantando, la canción de "Las montañas de Manchuria" interpretada por el ex-soldado (con el genial acordeón de Richard Galliano en la BSO) o la escena del sueño de Gombo, en el que se le aparece Gengis Khan con su mujer.
Un encuentro intercultural realizado con respeto, cariño y exquisito gusto. Muy recomendable.
Así comienza la vida de un mongol estepario. Y así nos la retrata Mikhalkov, que nos introduce en la vida de una familia de pastores mediante su cámara, captando la espectacular belleza de la estepa y realzándola mediante una maravillosa flauta de pan que suena a lo largo de todo el metraje.
Nikita, nostálgico admirador de su tierra, cruza en el camino de la familia a un ex-soldado ruso, que asistirá atónito a las costumbres de Gombo, Pagma y sus hijos: El cadáver del familiar en la pradera, el sacrificio de la oveja, la cena en familia y la partitura que menos espera uno escuchar en un país tan remoto como Mongolia (en spoiler)
Pagma, mujer de ciudad, ante el apetito sexual de su marido le instará a que se acerque a la ciudad y compre preservativos. Este viaje hará que Gombo conozca el mundo paralelo que existe a su alrededor, en el que irá descubriendo con la curiosidad de un niño cosas tan mundanas como un dulce, una atracción de feria, una bicicleta o un televisor.
La película tiene detalles preciosos como el personaje de Bayartou, un borracho soñador que siempre aparece cantando, la canción de "Las montañas de Manchuria" interpretada por el ex-soldado (con el genial acordeón de Richard Galliano en la BSO) o la escena del sueño de Gombo, en el que se le aparece Gengis Khan con su mujer.
Un encuentro intercultural realizado con respeto, cariño y exquisito gusto. Muy recomendable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Escuchar a una niña mongola interpretar al acordeón "España Cañí" de Pascual Marquina y ver a un ruso llorar mientras suena la melodía explica porqué la música es atemporal y traspasa etnias, culturas y lenguas.