Añoro la vieja forma de hacer películas, la vieja manera de narrar. "Aeropuerto", objeto de infinitas parodias, puso de moda el género de catástrofes, que serviría, entre otras cosas, para dar papeles a glorias del celuloide que habían sido olvidadas por el público. Es un film pensado para reventar las taquillas, una obra perfecta en su concepción. Está contada con dinamismo, usa inteligentemente las pantallas partidas. Empiezas a verla con recelo y enseguida te metes de lleno en ella, absorbido por esas pequeñas historias dentro de la historia. Da gusto encontrarse con personas enamoradas de su trabajo, con gente comprometida con el deber, con ancianitas adorables, con líos extramatrimoniales, con un buen puñado de curiosas subtramas. El tiempo no ha le ha robado ni un ápice de su encanto. "Aeropuerto", testimonio de un cine desaparecido, aún conserva su poder de atracción. Quien tuvo, retuvo.