En medio del solitario paisaje nórdico se encuentran dos seres atormentados, Eli (con aspecto inocente pero con una oscura naturaleza) y Oskar (un niño tímido que es maltratado en el colegio por sus compañeros de quienes tiene deseos de venganza y violencia). Entre ambos surge una extraña atracción y nace el amor. Así es como empieza Déjame entrar, una película impresionante que se apoya en la gran fotografía y unas magníficas interpretaciones de los jóvenes protagonistas Kåre Hedebrant y Lina Leandersson.

La nieve y el frío se convierten en protagonistas que parecen encerrar a los personajes en sí mismos, el diálogo es escaso, es cierto, pero ¿es la película lenta? Tal vez estemos mal acostumbrados, hay que tener en cuenta que esto no es Hollywood que nos bombardea constantemente con personajes completamente transparentes que no parecen dejarse ningún pensamiento para ellos mismos, es Suecia, y los protagonistas están dotados de una fuerte intimidad, tanta que hace que los espectadores tengan la continua sensación de que muy pocas veces nos muestran el interior de su mente, pero no olviden que las miradas y expresiones en el rostro pueden ser tan efectivas como las palabras, y así ocurre en Déjame entrar. En esta película son tan importantes los momentos de silencio cuando los personajes intercambian sus miradas como los diálogos.

La primera hora de metraje es magnífica y ejemplo de la mejor calidad del cine europeo, aunque el desarrollo pierde algo de su carácter poético, a mi modo de ver sólo una escena es reprochable, no creo que les cueste adivinar cuál (la comento en el spoiler), y cuando parece que la película decae llega lo mejor. El final es magnífico, estremecedor, de los que no se olvidan. Y así termina una película que es imprescindible y especial, violenta, romántica….. Una gran obra de arte.