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Voto de Néstor Juez:
6
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5.3
1,076
Drama
Una joven universitaria que trabaja como doble en escenas de acción de series de televisión y películas se ve constantemente expuesta a situaciones muy peligrosas. A primera vista podría parecer que se trata de una persona que se siente atraída por el peligro pero, en realidad, se trata de una forma de sublimar la horrible sensación de culpa que le causa el sentirse responsable del trágico destino de su pareja. Su profesor de ... [+]
15 de agosto de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Habiéndome ya encandilado con la excelente Cinema Paradiso y también con la irregular pero muy interesante La mejor oferta (Geoffrey Rush en estado de gracia), no podía sino esperar lo nuevo que ofreciese el maestro Tornatore, fuese lo que fuese. Un cineasta de dilatada carrera que se diferencia por seguir filmando, en estos tiempos líquidos, un cine de maneras eminentemente clásicas. La correspondencia regresa al melodrama, con dos amantes separados, en esta ocasión, por motivos distintos a los de aquella. Amparada en sus dos estupendas interpretaciones principales y un cierto gusto formal, el filme triunfa en el plano dramático, pero queda muy lejos de igualar a su antecesora en sus cotas cinematográficas y narrativas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La joven y, como averiguamos gradualmente, atormentada Amy Ryan (una estupenda Olga Kurylenko que se echa el peso dramático del filme a sus espaldas) es una especialista en películas de acción y alumna de la carrera universitaria de Astrofísica que lleva seis años manteniendo un affaire con el profesor Ed Phoerum (un siempre magnético Jeremy Irons), con el cual comparte pocos momentos debido a sus numerosas conferencias por el globo y sus obligaciones familiares en Edimburgo. Por lo tanto, sus encuentros se realizan mayoritariamente por llamadas de Skype. Un día ya no le coge el móvil, pero sí que recibe de su parte cartas, correos electrónicos y grabaciones de vídeo. Pronto descubrirá que el motivo de su ausencia es uno totalmente distinto, y la llegada de regalos está estratégicamente planificada. El argumento, aunque parezca ramplón, es simplemente esto, y el desarrollo no rebosa la premisa, sino que la extiende hasta sus últimas consecuencias. Pero una serie de elementos dotan de interés a la redundancia narrativa. Además de sus dos interpretaciones principales, que nos brindan un puñado de escenas de tremendo poder, destacan una nueva banda sonora hermosa del gran Morricone, y una fotografía sencilla pero elegante de Fabio Zamarion. Unas pocas pero preciosas localizaciones compensan una dirección artística rala y un diseño de producción escaso. Pero el filme tiene alma, y una vez te adentras en su atmósfera y comprendes su mecanismo, te identificas con su drama.
Bien es cierto que presenciar constantemente como una mujer ve vídeos en su portátil o chatea en su móvil no es un relato precisamente cinematográfico. Y si ya acompañamos con voz en off textos escritos que ya vemos en pantalla, la narración se siente obvia, literaria y poco visual. Lo cual, añadido a un filme escueto en sus pretensiones formales o envergadura, da lugar a un visionado que puede resultar cansino. El melodrama, de puro apasionado, ofrece no pocos momentos empalagosos. Puede irritar que la protagonista no haga más que atender al móvil durante la totalidad de su jornada (ni los más viciosos puden presumir de ello). Y, como sucediera con aquella aventura amorosa de Rush, la trama, sustentada en un mecanismo enrevesada, no puede evitar ser tramposa.
Ejemplo de un clasicismo muy romántico, Tornatore rueda esta vez desde una excesiva indulgencia y en condiciones cómodas. Pero su temáticamente ambiciso filme (que recurre recurrentemente a la vida de las estrellas como símil) no está exento de emociones intensas.
Bien es cierto que presenciar constantemente como una mujer ve vídeos en su portátil o chatea en su móvil no es un relato precisamente cinematográfico. Y si ya acompañamos con voz en off textos escritos que ya vemos en pantalla, la narración se siente obvia, literaria y poco visual. Lo cual, añadido a un filme escueto en sus pretensiones formales o envergadura, da lugar a un visionado que puede resultar cansino. El melodrama, de puro apasionado, ofrece no pocos momentos empalagosos. Puede irritar que la protagonista no haga más que atender al móvil durante la totalidad de su jornada (ni los más viciosos puden presumir de ello). Y, como sucediera con aquella aventura amorosa de Rush, la trama, sustentada en un mecanismo enrevesada, no puede evitar ser tramposa.
Ejemplo de un clasicismo muy romántico, Tornatore rueda esta vez desde una excesiva indulgencia y en condiciones cómodas. Pero su temáticamente ambiciso filme (que recurre recurrentemente a la vida de las estrellas como símil) no está exento de emociones intensas.