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Voto de Néstor Juez:
6
Fantástico. Drama. Intriga Una pareja sin hijos descubre un misterioso recién nacido en su granja de Islandia. El potencial de crear una familia les trae mucha alegría, pero también podría destruirles. (FILMAFFINITY)
25 de noviembre de 2021
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siendo precisos con el contexto industrial en que se enmarcan, el cacareado éxito popular que el cine fantástico está experimentando durante el último lustro es relativo. Pero es cierto que su presencia en salas es recurrente. Y lo que sin duda es llamativo es que se ha asegurado, aunque sea tal vez desde una docilidad discursiva, su presencia en los mas prestigiosos festivales de cine de autor. La película que nos ocupa viene alabada por su presencia en el Un certain regard del último Cannes y por sus cuatro premios en el pasado Festival de Sitges, entre ellos el de mejor película, como principales argumentos a favor. Pese a que ya sólose podría vender por el marcado sello estilístico de la distribuidora norteamericana que la apadrina (en España la lleva Vértigo). Hoy es el momento de diseccionar el nuevo estreno de A24: Lamb, película islandesa de Valdimar Jóhannsson protagonizada por Noomi Rapace. Un filme recibido con aprecio crítico que prometía elementos narrativos singulares. Visionada y sopesada, nos encontramos ante un título estimable con un noble fondo emocional. Un drama de temáticas vigentes y ricas para reflexionar, pero también simple en sus formas y desarrollo narrativo, de lenguaje simbólico tosco.

La obsesión malsana por criar a cualquier precio. Un pausado y turbio trabajo atmosférico de aislamiento, ascetismo ganadero y duelo meditabundo. Un estudio de la lucha de una pareja por darse el privilegio de volver a amar. Una metáfora perturbadora de cómo una paternidad nociva puede desconectar a los progenitores de la realidad que les rodea. Un viciado y silencioso relato que se sirve de recursos lingüísticos del cine fantástico para mantener al espectador alerta durante un viaje de tentación y decisiones inmorales en un entorno tan determinante a nivel anímico como una granja distante en las vasta y fría campiña islandesa. Un paraje tan bello como desangelado, reflejo de las almas en penitencia de la pareja. Y su rutina diaria se realiza en convivencia de animales, como el instinto animal es lo que les impulsa a tomar decisiones que les condenarán. Su realización no es exhibicionista pero refinada, con sugerentes planos generales, encuadres quietos, sostenidos e ingeniosos y puntuales movimientos laterales mecanizados dinámicos. Tres son los elementos más atractivos del film: la atención que pone a la mirada y perspectiva animal, poblando estos carneros muchos planos medios en distintos instantes de la película; la corporalidad y repertorio gestual de una Noomi Rapace convincente desde la fragilidad; y la extravagante Ada, la sobrenatural y bien acogida hija que marca a nivel visual toda la película. Que, de manera sorprendente, no busca ser una película de terror sino un drama pequeño, muy honesto en su naturaleza e intenciones.

Del mismo modo que Ada es un personaje tan desconcertante y extraño como enternecedor, se transmite pronto la impresión de que el resto de elementos del filme no están a su altura. El desarrollo dramático de los personajes humanos que la crían sigue esquemas argumentales muy marcados, y estos no llegan a ofrecer demasiada personalidad o carisma. Opta por la elegante solución de no declamar explícitamente la tragedia pasada, pero la naturaleza del contexto dramático en torno a la pareja resulta fácil de intuir desde el principio, y el filme procura aclararlo por completo en su conclusión. Es quizás este el mayor problema de la película: es muy transparente, incluso simple en sus intenciones discursivas. Y ya desde el título resultan demasiado evidentes sus ambiciones simbólicas. Una vez se presenta a Ada, y aún incluso con su efectivo final, el resto del metraje ofrece una sucesión de situaciones que apenas evolucionan o enriquecen el nudo temático sembrado en su introducción. Por todo ello, un filme encomiable, pero limitado en su alcance expresivo, emocional y, en suma, cinematográfico.

Amarga, callada y alegórica, Lamb se sirve del fantástico para aproximar un dilema intrínseco a nuestro presente, si bien con una estrategia demasiado llana.
Néstor Juez
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