Ford es presidente del gobierno de los Estados unidos de América. Y como todo buen presidente de los Estados Unidos de América es el mejor tipo del mundo. Quiere mucho a su mujer, juega con sus hijos, no regaña con sus papás, le presta sal a la vecina y dirige con dureza y flexibilidad justas el mayor país del mundo. ¡Que gran presidente es el presidente! Y su antecesor era un poquito peor que el. Era algo apenas perceptible. Y su sucesor será un poquito mejor persona/presidente que el. Son presidentes de los Estados Unidos de América. No lo pueden evitar.

Pero ser superpresi tiene sus inconvenientes. Resulta que cualquier fanático megalómano molón te querrá matar para hacerse cargo del sucio mundo en el que vivimos. Y lo intentarán de muchas formas: entre rallarte el coche blindado oficial e intentar empotrar su nave espacial contra la casa blanca, pasando por intentar secuestrarte en tu avión privado. Como en esto que nos ocupa.

Harrison nos deleita con un alarde de puñetazos y estrategias dignas del mismísimo Napoleón, en su lucha aérea para salvar a su familia, y ya que está apurado, pues a el mismo y el avión, dejando el Air Force One hecho un Gruyere que aterrizará a duras penas.

Como siempre, Oldman borda el papel ese de malo que varias veces ha hecho. Es un magnífico actor que desde luego hace que esta película valga algo más. Que tampoco nos vamos a engañar, no vale mucho. Entretiene, pero es algo rancia. Y es facil ignorar el patriotismo.

Lo cojonudo es que todo el mundo protesta, pero todo el mundo la ha visto.