Tras la recuperación experimentada en Saw V, ya me esperaba un desplome de calidad como suele pasar en la saga. Pero una vez más, Saw me ha sorprendido y más gratamente que nunca. Pues, aún con sus ingentes (pero justificadas) cantidades de sangre, ésta es la mejor entrega en cuatro años. Tan buena y digna secuela como la segunda.
Las causas se deben a: un guión genial de principio a fin. La trama avanza rápida, pero sin prisas, sin dejar nada al azar y dotándose de personajes muy buenos (aquí encontramos a los mejores Hoffman y Jill Tuck y el doctor William Easton es tan tiburón en su empresa de seguros médicos como humano durante las trampas). Las trampas son creíbles, no parecen atracciones y están relacionadas con cada víctima. Las explicaciones de cada uno de los giros en esta entrega son geniales (el regreso de un personaje aparentemente muerto y olvidado, por ejemplo) y definitivamente complementan las tres entregas anteriores (sí, hasta la tercera tenía un secreto aún no revelado). De hecho, la franquicia podría haber acabado ya aquí, de no ser por el eterno cabo suelto nunca explicado (spoilers). Pero aún así, todo resulta satisfactorio. Como había dicho alguna crítica, el esquema de esta entrega recuerda a la tercera entrega en bastantes similitudes. Pero esta entrega es ampliamente mejor.
Y el final: sencillamente sensacional. El final más sorprendente desde la primera entrega. Es decir, es el segundo mejor final de toda la saga; sorprendente y hasta emocionante.
Por lo visto, nunca es tarde para poner las cosas de nuevo en su sitio (y sobre todo si se hace de la manera que se ha hecho aquí).