Es el devenir lógico, el curso natural de un mundo fantástico, o jo tanto, que hace que los niños crezcan y los adultos vuelvan a la infancia. La vida no es estática y los juguetes demuestran su reciclaje, que va más allá. Una oda a saber crecer, a saber madurar, a saber tomar nuestras decisiones. Si en la tercer parte era Andy quien sabía forjarse su personalidad y saber seguir su camino, en esta ocasión son todo el elenco de muñecos quienes deciden dar el salto. De una forma exquisita vemos que las premisas de las otras tres películas no se rompen, siguen siendo los mismos principios los que con férrea decisión hacen que miremos a su interior para ser capaces de querer tanto a los demás como para querernos a nosotros mismos. El guion sigue teniendo una trama intensa, con calor, con su parte de humor y las risas consiguientes. Todo aderezado con buenos diálogos, pequeñas incorporaciones con mucho doble sentido. Vemos que tenemos, 25 años después, un pequeño trozo de esa fantasía que nos hace mantener la ilusión intacta.