El polifacético Ken Hughes llevó a la pantalla este capítulo de la historia británica cuando, en el siglo XVII Oliver Cronwell (Richard Harris), anglicano y luchador contra la corrupción y los católicos se enfrenta a la tiranía del rey Carlos I (Alec Guinness). En unas vueltas del libreto, lo que iba a ser que Cromwell iba a viajar fuera del país, pues que se ve envuelto en una trama que acabará en guerra civil: partidarios del rey vs los del Parlamento.

Y para mi sorpresa adolescente de aquella era de dictadura-dictablanda, hete aquí que me entero que, tras una guerra civil, el tal Oliver fue el primero en cargarse a un rey, por la cara. Muy heavy para mis pocos años y en aquel mundo de respeto, disciplina y severidad, eso de cortarle el gañote a un rey nada menos. Y Cromwell se convertiría en Lord Protector de la Nación.

Grandísimos actores de los muy buenos que da la Gran Bretaña, como un Richard Harris tremendo, colérico y dramático; junto a un majestuoso Alec Guiness carismático, altivo, elegante y mayestático como rey Carlos I. Diálogos cargados de fuerza,

Cuidadísima puesta en escena, vestuario de lujo (Oscar), fotografía excelente de Geoffrey Unsworth, escenarios muy bien elegidos, batallas muy bien rodadas y una cinta que aunque comete errores históricos, es una obra potente y meritoria.